Y el señor César Hinostroza se sigue quedando lejos del Perú. Pese a las pruebas de sus delitos, los españoles insisten en no soltarle, en tenerlo entre ellos, como si se tratara de una mansa paloma. El tiempo pasa y la extradición no se ejecuta. ¿Tanto poder tiene ese juez de la patada que en su momento corrompió a casi todo el mundo?