De risa

Felizmente que la vida no es un camino recto, hay sinuosidades, meandros donde entretenerse. Hay planicies, mesetas y vegas donde morar y reírse un poco de uno mismo [a mi hermano no le viene bien esta frase, es como una patada en la canilla, para decirlo muy suavemente]. Quien no lo hace lo toma demasiado en serio a este camino donde hay de todo. Este rollo que suelto no es gratuito. Leía la entrevista a un escritor colombiano que como el último mohicano se resiste a venir a España porque España y Europa han puesto badenes legales con los visados a sus connacionales. Pero la historia secreta está en que este escritor y otros colombianos [incluye un Nobel de Literatura] publicaron una carta en la cual decían que no irían a Europa hasta que estas reglas de juego discriminatorias con el visado de entrada cambiase. Aplausos en la gradería. Soliviantados se ponen de pie y el gentío lanza vivas y maldiciones a Europa y sus satélites. Que valientes. Lo dicen en la cara y sin pelos en la lengua. La intelectualidad latinoamericana afín a estos gestos bufos se siente con identidad, con voz propia y como en flashbacks vienen imágenes de la arcadia y la colonización. Bueno, esto era el primer capítulo. Este último novelista colombiano y resistente contaba que los fieros intelectuales que firmaron esa carta hecha pública y que levantó aplausos, de los cinco, cuatro habían ido, comido y gozado de Europa. Viven felices comiendo perdices. Que quedó de esa carta, fue papel mojado, un brindis al sol, un saludo a la bandera y siguen los símiles. Más si detrás de estos gestos hay premios y reconocimientos a su obra literaria a este lado del Océano Atlántico. Sin ningún problema y con cierta prisa se bajan los pantalones como esos cuatro que rompieron la carta y pusieron sus posaderas en la vilipendiada Europa. No sé pero siempre he dudado de esos vanidosos mandarines de la cultura con mayúsculas. Que nos digan lo que debemos hacer aunque ellos hagan lo contrario a lo que sermoneaban. Es una actitud totalitaria, que desdeña la libertad de las personas. Peor cuando no se predica con el ejemplo, por favor, señores y señoras que redactan cartas y manifiestos ¡déjennos en paz! ¡Déjennos vivir!

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