ESCRIBE: Tato Barcia

En Iquitos la carreta como vehículo de locomoción citadina ha jugado un papel importante. Yo nací en el año 1962 y recuerdo cuando niño ver transitando por las céntricas calles las carretas jaladas por caballos. De esto solo nos queda en la memoria algunas imágenes, como la de estas fotografías acompañando este artículo. La carreta cumplió un papel esencial como medio de transporte. Trasladaba carga, que ofrecía el servicio de agua de los manantiales y también participaba en las celebraciones carnavalescas. Hasta existían los puestos de carretas a donde el usuario acudía para contratar los servicios. Uno de esos puestos estaba en la calle Morona. Allí había un letrero que decía: “Estación de Carretas”. Donde permanecían los dueños, con sus mulos o caballos, esperando la llegada del cliente.

La llegada de la tecnología automotriz a Iquitos, después de la caída del “Boom del Caucho” (1918), fue lenta y tortuosa. La primera opción fueron las antiguas carretas tiradas por caballos para el transporte de personas y carga pesada. Imaginen las apacibles calles de Iquitos estrechas sirviendo como vía para el tráfico de tales vehículos de tracción animal. Escenas que muchos de los que leen este artículo vieron y quizá se montaron en uno de ellos. No existe registro bibliográfico que muestre desde cuándo este medio de transporte rodante comenzó a construirse en Loreto. Lo cierto es que fueron confeccionadas por expertos europeos que llegaron a finales del siglo XIX para dedicarse a estos menesteres y suplir así una necesidad de transporte. Iquitos no fue la excepción y por la actividad principal de esos años (explotación del caucho), la carreta resultaba indispensable para transportar el “jebe” que llegaba desde el interior de la región, desde el puerto hasta los almacenes, antes de ser exportados.

Durante la primera mitad del siglo XX en Iquitos las carretas eran empleadas por la Municipalidad para recoger la basura. En estos casos no tenían conductores, ya que el carretero iba a pie jalando al caballo y él mismo cumplía la función de recoger la basura de la puerta de las viviendas y la lanzaba a unos tachos de metal que estaban sobre las carretas. La carreta iba llena de desperdicios domésticos, despidiendo mal olor lo que la hacía presa de la voracidad de las moscas. Los residuos sólidos recolectados eran trasladados a unos basureros improvisados. El más grande de estos estaba ubicado en la zona sur de Iquitos. Por donde queda actualmente el penal de Guayabamba.

La carreta era un vehículo que se desplazaba por tracción animal. Muchas veces eran caballos y en otras mulas. Los poseedores de carretas las destinaban para acarrear agua, arena, leña, granos, todo tipo de materiales, muebles y hasta se efectuaban las mudanzas en estos singulares vehículos. A la llegada de los primeros autos a partir de 1907, las carretas de transporte de pasajeros poco a poco fueron desapareciendo, pero quedaron las carretas de carga circulando en la década de los setenta. Uno de los pioneros del transporte en Iquitos, habiendo iniciado su trabajo con carretas, fue el señor Linares que vivió por muchos años en la calle Tacna con Ricardo Palma. Posteriormente llegó a cambiar sus carretas por una flota de 4 camiones areneros.

Forzar a los caballos a jalar carga no es nada romántico. Es cruel. Los caballos eran obligados a trabajar duro bajo sol, esquivar tráfico y golpear el pavimento con sus patas durante todo el día. Estos nobles animales sufrían de enfermedades respiratorias y desarrollaban problemas crónicos que debilitaban sus extremidades por deambular en superficies duras. En algunos casos, incluso caían muertos por insolación después de trabajar durante el abrasador calor y la humedad típica de Iquitos. Los caballos son extremadamente sensibles a ruidos fuertes e inesperados, y las bulliciosas calles estaban repletas de ambos. Era común que caballos y personas resultaran lesionados gravemente. Es conocido que cuando los caballos se espantan se desbocan.

La parte fundamental de estas carretas era la caja. Receptáculo donde se llevaba la carga. Esta se apoyaba sobre dos ruedas, mediante un sistema de suspensión más o menos simple. La caja contaba con un sistema para enganchar al caballo mediante dos varas entre las que se situaba el animal de tiro sujetado con arnés. De esta manera quedaba enganchado y sujeta la caja en posición horizontal cuando estaba parado. Las carretas utilizadas en Iquitos eran vehículos construidos de madera, ensambladas y atadas con tientos de cuero crudo. No se empleaban clavos ni tornillos. Las ruedas con frecuencia tenían más de dos metros de diámetro para poder sortear todos los obstáculos del camino. La caja del vehículo no estaba techada, por lo cual los conductores solían usar sombreros de paja para protegerse del sol.

Nuestros abuelos solo escuchando el ruido de una carreta ya sabían si venía con carga o sin ella. Y es que era muy fácil saberlo. Cuando una carreta estaba vacía hacía ruido. Y cuanto más vacía estaba tanto mayor es el ruido que hacía. Quizás no hay mejor ejemplo de “la carreta vacía”, que compararla con los políticos loretanos. Ya que a ellos sí les gusta hacer mucho ruido. Sobre todo cuando están en campaña y nos prometen proyectos irrealizables, que para el colmo publican a los cuatro vientos.

Desde finales del siglo XIX en Iquitos existía una herrería, donde se fabricaban las ruedas de las carretas, que eran enormes rodados de madera macizas, artesanalmente trabajadas que, presionadas a una chapa de metal, hacían que esforzados caballos tiraran de ellas. Esta ferretería ubicada en la calle Loreto, cercana al puerto, era lugar obligado de encuentro de los carreteros y amigos. Allí se discutían los vaivenes de la vida y las últimas noticias. Su propietario era un español gallego que respondía al nombre de Alejandro Iglesias. Para confeccionar estas ruedas y fueran iguales, se hacían moldes de un redondo perfecto en el piso. Para que los ejes no suenen mucho se lubricaban con grasa de chancho y así las ruedas duraban más tiempo. Porque al ser de madera, se volvían pronto irregulares y abolladas por el uso. Los ejes también eran de madera, por esta razón solo podían soportar cargas medianas.

La rueda que estaba hecha de madera era la parte más débil y tenían que ser sometidas a mantenimiento periódico en los «herreros». Será tal vez que por eso vino a mi mente la famosa serie de TV de la década del 70’ donde Michael Landon tenía como oficio el reparar ruedas de carreta, trabajo que al parecer no le traía mucho beneficio ya que nunca terminaba de «arreglar» su casita y vivían todos apretados. De ahí proviene un dicho familiar muy usado por mi hermano menor Jorge Barcia: «Más misios que la Familia Ingalls». Seguramente reflejando el por qué se veía venir el fin de la época de la carreta, sumándole a esto el posterior arribo del automóvil y la pavimentación de las calles que resultaron ser letales para la sobrevivencia de ese medio de locomoción. Por estos días, ¿alguien vio una carreta en la Isla bonita? Creo que en ningún museo. Más sí, en esta hermosa fotografía donde se observan niños sonriendo encima de una de ellas.