ESCRIBE: Jaime A. Vásquez Valcárcel
Un libro sobre Víctor Raúl Haya de la Torre siempre será polémico. Si es que se escribe, claro, con la exigencia elemental que todo periodista debe cumplir. Toño Ángulo Daneri lo había hecho. “Llámalo amor, si quieres” es un paseo delicioso sobre la vida pública y privada de varios personajes -no hay otra forma de escribir una biografía-, entre ellas la del fundador del APRA que abarcaba tan sólo un capítulo con el título “Los disimulos de la soledad”.
Eran los tiempos -que ¿nunca volverán?- en que nos habíamos propuesto la tarea de presentar en Iquitos tantos libros como los que salían a la luz en Lima. Eran los tiempos en que los periodistas en Lima se disputaban los temas para emprender investigaciones que luego se convertían en libros. Todos los que publicaban, más temprano que tarde, ya estaban en Iquitos. Ubicamos a Toño y, gustosamente, aceptó llegar a Iquitos. Antes debía cumplir un compromiso similar en Trujillo, invitado especialmente por José Murgia, el varias veces reelegido alcalde aprista de la capital de La Libertad, antes que irrumpieran en el escenario los hermanos Acuña. El día de la presentación trujillana Toño escapó de ser asesinado por la turba aprista y su caso adquirió ribetes de escándalo.
Los apristas iquiteños, muchos de los cuales no saben ni quién ha sido Víctor Raúl Haya de la Torre, enterados de la presentación no dudaron en ir a los medios a decir que “de ninguna manera” iban a permitir que se ofenda la memoria de “El jefe”. Uno más virulento que otro. Eran los tiempos en que la Municipalidad de Maynas era dirigida por un sacha aprista, pero lo compañeros no tenían mucha injerencia en la gestión. Pero sí derecho al veto. Un funcionario edil de la época llamó para decir al organizador que “para otra vez avisa el tema del libro, para no meternos en problemas”. A pesar la intención de los apristas la idea era presentar de todas maneras el libro. Hasta que en la penúltima conversación, luego de la terrible experiencia trujillana, el mismo Toño disculpó su ausencia bajo el argumento que no sólo ponía en peligro su vida sino que era muy difícil lidiar contra quienes sin leer su obra trataban por todos los medios de impedir su difusión. Los apristas, valgan verdades, están acostumbrados a exigir tolerancia cuando están en la oposición. Pero cuando están en el gobierno -sea grande o pequeño- sacan a relucir el sectarismo original y cometen arbitrariedades que dicen defender. Su “pan con libertad” que tanto gritan cada cierto tiempo no pasa de ser un discurso.
Todo ello he recordado por estos días ante el cargamontón mediático por el documental sobre Hugo Blanco. La historia se repite. Quienes exigen libertad y pensamiento crítico son los primeros en no cesar en impedir la difusión de las ideas. Y lo hacen sin haberse tomado la molestia de enterarse del trabajo al que se oponen. Sucede en Perú y en todas partes. Si algo necesitamos con urgencia en el país es conocer, desde todos los ángulos, la historia. Y la vamos a conocer no censurando a quienes la quieren contar desde un lado distinto al que nos han acostumbrado.
Ahí está el caso mundial más reciente. Donald Trump exigiendo que el libro de un ex asesor no sea vendido. Todo porque no está de acuerdo con los hechos ahí narrados. Felizmente un juez de Estados Unidos impidió este pretendido impedimento. El libro, como debe ser, está a la venta y ahí se describe como “corrupto e incompetente”, a la máxima autoridad de ese país. «The Room Where it Happened» (La habitación donde sucedió) ya está en librerías para bien de la libertad y, también, para que los poderosos entiendan que la riqueza que muchas veces tienen es producto de la libertad que ellos quieren limitar. Conocida la decisión judicial Trump se ha encargado de difundir su declaraciones en contra de John Bolton, a quien le ha hecho saber “que pagará un precio muy alto” por ese atrevimiento.
No hay nada más dañino para la libertad que limitar bajo la censura directa o maquillada el pensamiento. Hay grupos que a través de la historia han demostrado amar la libertad mientras no vean en peligro sus intereses. Como se entenderá eso es totalmente contraria a la libertad misma. Pero tan antigua como la propia libertad es la lucha por defenderla.