Cultura y bebedores

Cultura y bebedores 

El Director del Instituto  Regional de Cervetura, perdón, Cultura, Rolando Riva, se ha declarado cervecero desafiante, espirituoso sin remedio, báquico militante. Es muy posible que guste ir de copas con frecuencia, que prefiera muy a menudo empinar el codo y otros órganos corporales. De otra forma no se explica lo que acaba de hacer. Con su rúbrica permitió que una conocida empresa del licor con lúpulo y espuma ponga un cartel publicitario en un lugar inadecuado. En la denominada Zona Monumental. En un sitio del Boulevard, donde está prohibido poner cualquier tipo de propaganda. Por razones obvias de ornato urbano, de respeto arquitectónico.  

Es cierto que tantos artistas de acanga y de allanga gustan de andar entre botellas y vasos, entre bares de amanecida y hasta de mala muerte, entre brindis y diablos azules, pero eso no es razón para que una entidad cultural asuma el papel bebedor y bebestible y, como si nada, como si la cultura fuera una pachanga para mojar el gaznate, conceda el permiso para que una cervecería ponga su cartel. Beber en exceso es dañino. Pero también es dañino creer que todo puede hacerse desde un pequeño cargo, sin respetar la legalidad establecida y vigente. Salvo que el macerado dios Baco se haya convertido en santo patrono de la burocracia cultural.

Los bebedores consecuentes, los espirituosos eventuales, los de los festejos por derrotas o victorias, los del último vaso del estribo, los asiduos asistentes a las tabernas, estuvieron de fiesta algo así como una corta semana. La embriagante cerveza alcanzó el padrinazgo cultural. Entonces, vaso en mano o seco y volteado, bebiendo a pico de botella, se podía decir que beber cerveza era un arte, que chupar pagando o de gorra era una manifestación de la creatividad culturosa. El hecho de que la publicidad se haya retirado, no significa nada. Porque después de la cerveceada permitida cualquier cosa puede ocurrir en esta gestión cultural. Salud.