La alta dirección de la ineficaz empresa eléctrica puso las barbas y los bigotes en remojo, se mudó las pilas para acabar con los variados desastres producidos por los temibles y terribles apagones. Así contrató los servicios de operadores para que mediante conferencias, cursos y talleres, enseñen a los pobres y vapuleados usuarios a sobrevivir a los repentinas y abusivos cortes de luz. Los expertos hacen su trabajo aprovechando los modernos medio de comunicación. Eso en teoría. En la práctica esperan escondidos en alguna parte la súbita falta de luz y, en vivo y en directo, enseñan a las personas a no desesperarse, no lanzar maldiciones y no perder las esperanzas de volver a ver la luz. Luego, en forma segura y escrupulosa, diligente y enterada, desconectan los aparatos eléctricos para que no sufran averías con el regreso intempestivo del pésimo servicio.
Serios, expertos, profesionales, los instructores no se pierden en los sombríos laberintos de las instaladas sombras, sino que ofrecen a precios rebajados y con gangas de pagos alcuzas, velas milagrosas lámparas, flourescentes con baterías y toda clase de artefactos luminosos para que las gentes logren el milagro de sobrevivir al reinado de las tenebrosas tinieblas. Cuando desaparecen los apagones, los operadores suman y restan y demuestran a propios y extraños que no ha pasado nada y que nadie puede reclamar nada a la infausta empresa.
La inusual y eficaz cruzada contra los apagones, peste de las oscuridades repentinas que siempre asoló a la rimbombante ciudad de Iquitos, es lo único y lo último que ha podido hacer dicha empresa en su lucha denodada contra los cortes que ella misma provoca. Todo ello para poder subir de precio el consumo de energía eléctrica. Se espera que al final de la campaña los usuarios puedan soportar los maltratos sin decir nada.