Corrupción y atraso

Corrupción y atraso

Moisés Panduro Coral

¿Qué se entiende por corrupción?, me preguntó la periodista hoy en la mañana e inmediatamente recordé las muchas definiciones que existen, aunque en ese momento solo mencioné una de ellas que es de mi elaboración y que podría englobar a las demás por su generalidad y cercanía con nuestra realidad: “la corrupción es un acto mediante el cual una persona natural o jurídica se beneficia de recursos monetarios o de bienes o consigue privilegios y posiciones, ejercitando el poder de manera abusiva y/o utilizando artilugios ilícitos en abierta o encubierta contradicción con las normas y la ética”.

Si encontrar una definición única de corrupción es una tarea difícil, más difícil es medirla, o sea, establecer el grado de corrupción de una sociedad, de sus ciudadanos y de sus instituciones en plazos determinados. Para ello, la organización Transparency International ha elaborado el denominado Índice de Percepción de Corrupción (IPC) que reúne un conjunto de aspectos y de criterios cuya puntuación alcanza una sumatoria que ubica a un país como más corrupto o menos corrupto respecto de los demás. Según esta medición nuestro país se ubica por debajo de la mitad de la tabla; con un puntaje de 3.5 en una escala de 10, -siendo el puntaje de 10 el óptimo, el ideal, la corrupción cero- estamos en el puesto 78 de un total de 178 países. Es decir, estamos graves, enfermos, hasta el perno.

Como en todos los casos en los que la enfermedad se puede evitar con prevención, se recomienda lo mismo para evitar la corrupción. No basta con denunciar y sancionar (las denuncias se olvidan o no se investigan y las sanciones son escasas y solo se ajusta la mecha a los pájaros fruteros), hay que ir más atrás, hasta la formación de la persona. Puede que la denuncia sea irrefutable y que el proceso sea ágil, que la sanción sea drástica como, por ejemplo, una pena acumulativa de 100 años de cárcel si se modificara la forma de dictaminar las penas, pero de nada servirá si no se arrancan de raíz las células malignas, sino se hace radioterapia eficaz a ese cáncer que amenaza con hacer metástasis en la sociedad peruana.

La prevención es sinónimo de educación, y la educación implica transferencia generacional, práctica de valores, reforma del alma, espíritu superior. ¿Cómo lograr ese magno propósito en una nación en la que sus principales instituciones están manchadas con flagrantes casos de corrupción, muchos de ellos, impunes, provocadores de la indignación popular? Un poder judicial desacreditado que bajo tinterilladas “aguanta” casos como el de los cien millones de créditos agrarios en la región Loreto; un poder legislativo infestado de coqueros del narcotráfico, lobistas de la minería informal, capitostes de concesiones, ladrones de señales ajenas, trianguladores financieros, violadores impresentables, que no ha investigado un solo caso en dos años de funciones en ninguna entidad pública de la región; un gobierno regional que multiplica por dos, por tres y hasta por cuatro el costo de estudios para proyectos inviables y de obras de pésima ejecución de las que no se tiene la certeza de que servirán; municipalidades que hacen lo mismo con obras y con servicios públicos; no son precisamente los llamados a asumir la labor de prevención de la corrupción. Algo más, ni siquiera la Contraloría goza de credibilidad plena, pues el 59% de los peruanos no confía en su trabajo para luchar contra la corrupción; los operadores políticos y de gobierno en su gran mayoría tienen como principales “fortalezas” la viveza para chapar algo, la mentira demagógica, la narración de cuentos, la majadería legalista; y el mercantilismo ha invadido hasta la religión con la presencia de falsos religiosos que firman convenios con políticos coimeros a cambio de prebendas que no tienen nada de cristianas. En ese escenario, se torna dramáticamente complicado confiar en las instituciones y en quienes las representan.

¿Qué nos queda para realizar la urgente tarea de prevención que evite la reproducción del cáncer de la corrupción en las nuevas generaciones? Lo único que nos queda, repito, es la educación. Los operadores de esta cruzada deben ser los maestros, los padres, los mayores no contaminados aún; las herramientas pueden ser las biografías de hombres probos que murieron en su modestia digna, que alcanzaron la felicidad en la vida no por acumular riquezas mal habidas, sino por haber hecho de su vida un apostolado de decencia, humildad y servicio a los demás. La prevención contra la corrupción contribuirá decididamente a que nuestra nación sea más competitiva, pues de acuerdo a Transparency International, una mejora del ÍPC de un punto aumenta el ingreso de capitales en 0.5% del producto bruto interno y los ingresos promedio hasta en un 4%.

Aterrizando un poco más en las cifras. Recuerdo que el contralor general declaró hace unos años que la corrupción se lleva más o menos entre el 15% a 20% del presupuesto general de la República. Si tomamos estas cifras como referencia, podemos deducir que este año 2013, el Perú estará perdiendo unos 20 mil millones de soles que irán a las cuentas de la corrupción, perjudicando al pueblo. Póngase a imaginar cuántos hospitales, colegios, carreteras, ciudades con servicios eficientes, podríamos construir en un año con toda esa plata. Hay, pues, una relación directa entre la corrupción y el progreso. A más corrupción, más atraso, menos progreso. A menos corrupción, menos atraso, más progreso.