Escribe:Percy Vílchez
No es de creer la forma o manera en que los capos de la construcción en el Perú han respondido a las exigencias laborales de los miles de trabajadores del rubro. La protesta legítima incluye, como es lógica suponer, un incremento en el pago por sus servicios. Esa propuesta no es gran cosa. Pero aun así los dueños de las obras pusieron el grito en el cielo y ni siquiera quisieron negociar con los servidores, con los que se sacan la mugre para levantar tantos edificios a lo largo y ancho del país. Y, asombrosamente, propusieron un aumento de 30 céntimos. Ni más ni menos. Es decir, esa mezquina cantidad es una total aberración monetaria que más parece una burla o una broma de mal gusto.
El insólito aumento es en realidad nada en momentos en que abunda la recesión, en que aumenta el precio de las cosas. Los 30 céntimos no sirven ni para adquirir un triste cigarro o una golosina de bajo precio. Pero es la cifra que ofrecen los dueños de la construcción para tratar de detener las protestas en marcha de un gremio que se considera, y con razón, mal remunerado. La lucha sindical por cambiar las cosas tiene larga data y amenaza con alcanzar mayor contundencia. En ese litigio surge la propuesta más aberrante que hemos conocido hasta ahora.
Es increíble la avaricia y mezquindad de los líderes de la construcción que desde hace tiempo están vinculados a la corrupta actividad política y que suelen obtener millonarios contratos. Los altos ingresos que obtienen engrosan sus arcas y se reducen a la hora del pago a los trabajadores de construcción civil. La explotación de la fuerza laboral sigue entonces vigente y parece que no hay solución a la vista. En ese contexto candente fue que apareció la burlesca propuesta de los 30 céntimos como aumento seguro para los empobrecidos trabajadores.
Los trabajadores, como es natural, han rechazado ese indigno incremento y anunciaron nuevas medidas de lucha para abrir la billetera de los capos del floreciente negocio. Ellos no tienen a la vista otra alternativa. El costo de vida actual no les deja otra salida. Y, desde luego, no pueden aceptar las miserables y mezquinas pesetas que les ofrecen los mandamases de la construcción en este país. Así las cosas, esperamos que los 30 céntimos sean a la postre una anécdota en el pago del salario entre nosotros.