SLIM ENTRA EN CAMPAÑA
Carlos Slim entra de lleno en la campaña electoral mexicana. El séptimo hombre más rico del mundo, primer accionista de América Móvil y del grupo Carso, y una de las figuras más influyentes en México ha salido este lunes en defensa del proyecto de construcción del nuevo aeropuerto de la Ciudad de México, que el favorito para llegar a la presidencia, Andrés Manuel López Obrador, propone cancelar. «En mi vida he visto un proyecto que pueda tener tanto impacto sobre un área. El único que yo podría comparar es el canal de Panamá. Lo más importante no es solo que esté en la ciudad, sino que está en el área de la ciudad donde más pobreza hay», ha subrayado Slim en una rueda de prensa tan multitudinaria como larga.
«Suspender el proyecto es suspender el crecimiento del país. Es trascendente, paradigmático y la mejor alternativa. El aeropuerto actual es insuficiente desde los años noventa y la racionalidad del proyecto es indiscutible». López Obrador no ha tardado en responder: la obra, ha dicho poco más de una hora después, es muy costosa y, si Slim quiere llevarla a cabo, «que la haga con su dinero».
«Lo que necesita México es inversión, inversión y más inversión. Sin ella no hay posibilidades de progreso ni mejores salarios. Y esta es una gran inversión», ha incidido el empresario mexicano. «Hay que recuperar el crecimiento y salir del estado de estancamiento, pero no hay actividad económica ni empleo sin inversión». El aeropuerto es uno de los grandes asuntos en estos primeros compases de campaña para los comicios de julio, con constantes presiones para que López Obrador abandone su idea de dejar la construcción en suspenso.
Slim no ha querido hacer ninguna referencia explícita al líder de Morena (izquierda), pero el destinatario de sus palabras era claro. Preguntado por si su interés es convencer a López Obrador, Slim se ha limitado a pedir que analice «más a fondo» el proyecto. ¿Espera que no sea elegido? «No sé, no sé. Eso no depende de mí», ha añadido. «La competencia [electoral] está abierta como pocas veces». Cuestionado por si «teme» al proyecto que encabeza López Obrador, Slim ha afirmado que «le preocuparía y le daría miedo por todo lo demás que siga [a la cancelación del aeropuerto] porque si este va a ser el criterio, va a ser equivocado. Hay el riesgo de que se equivoque tomando pocos factores en las decisiones».
El holding empresarial de Slim está involucrado en la obra como constructor y como inversor. Él, sin embargo, se ha esforzado en negar cualquier tipo de interés personal en la misma: «Que no se interprete que tengo interés en la concesión ni en el desarrollo del terreno. Tengo interés en que se haga la concesión y que se haga el desarrollo». En respuesta, López Obrador ha pedido al empresario —en declaraciones al diario El Economista— que se serene y tranquilice, y ha vinculado sus declaraciones con su papel como contratista.
Como alternativa al proyecto, el candidato de Morena aboga por la división de las actuales operaciones en el aeropuerto capitalino entre ese mismo aeródromo y la base militar de Santa Lucía (50 kilómetros al norte de la capital mexicana), donde pretende construir dos pistas más. De esa forma, la Ciudad de México pasaría a tener dos aeropuertos comerciales en operación.
Entre sus argumentos para oponerse al proyecto de nuevo aeropuerto destacan tres: el ahorro que supondría —8.900 millones de dólares, según sus cifras—, el paulatino hundimiento de los terrenos en los que se está levantando y las supuestas irregularidades en los contratos concedidos. «La construcción del nuevo aeropuerto en el lago de Texcoco es literalmente un barril sin fondo; otro atraco de la mafia del poder en contra del pueblo y de la nación», ha insistido en su cuenta de Facebook horas antes de la comparecencia de Slim.
Los otros candidatos en liza, Ricardo Anaya (Por México al Frente, una coalición de partidos conservadores, progresistas y centristas), José Antonio Meade (PRI)y Margarita Zavala (independiente, conservadora) han subrayado su voluntad de seguir adelante con el proyecto, cuya cancelación supondría, según las cifras del Ejecutivo de Enrique Peña Nieto (PRI) una pérdida de 6.500 millones de dólares —en su mayoría, dinero privado— y 70.000 empleos. Los 321 contratos suscritos hasta la fecha para hacer realidad el nuevo aeródromo ascienden a 7.800 millones de dólares y las autoridades mexicanas confían en que la nueva infraestructura entre en funcionamiento en dos años.
«La propuesta alterna [del equipo de López Obrador] es seria y estudiada, pero lo que está en duda es: ¿vamos a hacer una inversión, más económica, lejos, u otra que va a ser detonadora del crecimiento en esta zona? Vamos a tener a los turistas perdiendo al menos una hora para llegar a la ciudad», ha respondido Slim. «Sería», ha dicho, «una transformación mágica de esta área de la ciudad, para convertirla en una zona de vanguardia». El titular de la mayor fortuna de México ha reconocido que la alternativa que propone el cabeza de cartel Morena sería más económica, pero también «un parche». La zona en la que se ubica la nueva infraestructura, ha insistido el ingeniero en repetidas ocasiones, es una de las más deprimidas de la ciudad.
Las apariciones públicas del empresario mexicano son escasas: su equipo selecciona con mimo los foros en los que aparece, apenas concede entrevistas y no suele prodigarse en cuestiones internas de su país. Su último gran discurso con tintes políticos fue hace más de un año, apenas una semana después de la toma de posesión de Donald Trump como presidente de Estados Unidos y en un momento en el que el futuro del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLC) estaba seriamente comprometido. En ese entorno, el empresario de ascendencia libanesa, con una fortuna de más de 67.000 millones de dólares, apeló a la unidad nacional como mejor arma para hacer frente al huracán Trump y subrayó la necesidad de potenciar el mercado interno, uno de los grandes debes en la historia económica reciente de México. Un año después, el escenario es completamente distinto: EE UU, México y Canadá apuran el calendario para lograr la actualización del TLC y la campaña electoral ocupa prácticamente todo el espacio informativo.
Slim no es el único que ha levantado la voz en los últimos días en defensa del nuevo aeropuerto mexicano. Menos de 24 horas antes, el presidente del Consejo Nacional Empresarial Turístico, Pablo Azcárraga, había mostrado su «sorpresa» porque «el tema de la ubicación y la viabilidad del nuevo aeropuerto sea llamado de nuevo a discusión pública». «Pero más nos sorprende», añadió en declaraciones recogidas por Reforma y sin referirse en ningún momento a López Obrador, «que varios sectores de la población le presten atención».
El empresario está vinculado al proyecto aeroportuario prácticamente desde su origen. La obra, diseñada por el reputado arquitecto Norman Foster y la firma de arquitectos de Fernando Romero —yerno de Slim—, cuenta con un consorcio de empresas liderado por grupo Carso —propiedad del empresario mexicano— como constructor de una de las terminales tras ganar un concurso público en enero del año pasado. Además, hace menos de un mes, el dueño de América Móvil suscribió, a través de Inbursa, 720 de los casi 1.700 millones de dólares de un vehículo inversor especializado en infraestructura y creado específicamente para financiar parte de la construcción del aeropuerto. Slim, sin embargo, ha incidido en que su posicionamiento no responde a un interés personal. La obra supone, según sus cifras, el 4% de los ingresos de su brazo constructor y del 0,5% en el caso de todo el grupo.
De ver finalmente la luz, el nuevo aeropuerto internacional de la Ciudad de México sería el mayor de América Latina y el tercero del mundo, con una capacidad de hasta 120 millones de pasajeros. También, según las cifras oficiales del Gobierno mexicano, la obra de infraestructura más importante de cuantas están en marcha en América Latina y la mayor de México en las seis últimas décadas. Slim no quiere cambios.