ESCRIBE: Jaime Vásquez Valcárcel

No es exagerado afirmar que todo adolescente amazónico debería leer las más de cuatrocientas páginas escritas por el también amazónico Roberto Reátegui Salmón sobre la primera -¿y última?- aventura fluvial ideada por un aventurero de los que ya no tenemos ni siquiera el recuerdo. Y esa afirmación se consolidó hace algunas noches en Yurimaguas –ni más ni menos- cuando el propio autor narró cómo es que había escuchado de los labios de su tío abuelo la travesía irrepetible que hizo desde el puerto de Iquitos hasta el Callao. Y es que “El fantasma del Amazonas” tiene que recorrer las aulas de todos los colegios amazónicos –no sólo Loreto sino San Martín, Amazonas, Ucayali y Madre de Dios- porque con ese texto los jóvenes de la tierra comprenderán la osadía –tan necesaria para toda obra humana-, la intrepidez y, además, lo dañino que siempre ha sido el centralismo para las aspiraciones provincianas. Pero, también, se comprenderá que para esa miopía de los dirigentes de la República siempre hubo –me temo que ya no hay- un iconoclasta regional que se enfrentaba con aventura y billetera a esos designios acaparadores de la clase empresarial nacional. Ya sea un Adolfo Morey o un Alfonso Weninger o un Miguel Santillán –todos protagonistas el libro y también personajes que recorrieron las calles de Iquitos y Yurimaguas, además de Manaus, New York, Lima y más- representan todo lo que somos los amazónicos.

Y más allá del mensaje profundo que encierra la obra de Reátegui, el libro que ha escrito es una invitación al fortalecimiento de la identidad, de la autoestima, del espíritu aventurero que siempre está impregnado en el poblador amazónico. Y en ese carril lo que dijo hace algunas noches en Yurimaguas es alentador. Pues cuando escuchó la aventura contada por uno de sus protagonistas hizo la promesa de escribirla. Y la entrega de este texto es el pago de una deuda literaria con sus ancestros.

Ya se presentó en Yurimaguas, su lugar de origen. Porque en una de esas casitas que el tiempo y la desidia de las autoridades –y, también, la escasez de empresarios visionarios- deteriora el autor escuchó por primera vez una historia que marcó parte de su permanencia en este mundo. Después de Yurimaguas, que vengan otras ciudades. Felizmente ya se hizo en Iquitos, ya en Arequipa y este fin de semana se presentará en Tarapoto. Por eso no me cansaré de reiterar –parafraseando lo dicho por Marx y repetido por quienes se decían sus seguidores- que un fantasma recorre la Amazonía. Y con él se irá impregnando a los jóvenes esa necesaria dosis de autoestima y osadía que nos hará libres y emprendedores.

La emoción que impregnó hace algunas noches el relato de Roberto Reátegui ojalá no quede allí. Que recorra los pueblos amazónicos como lo hicieron los protagonistas de esta historia de amor, aventura e intrepidez que ha tenido a bien regalarnos este loretano universal.