¿Columnistas racistas?

Hace unos días mi amigo José Luis Menéndez me comentaba que una guapa amiga afroamericana le contó la anécdota que mientras viajaba en el metro de Washington una chica latina se le acercó y le farfulló, Hola negrita. Ella le preguntaba sí esa frase era racista. Él respondió que dependía del contexto. Le traje a colación que en Iquitos falleció hace poco un querido y memorable profesor de Educación Física del colegio y dos columnistas titularon sus respectivas crónicas, Negro Sánchez, Recuerdo del Negro Sánchez, y por lo visto ningún lector acusó a esos columnistas de racistas. Pero en un contexto como el norteamericano si pudieran haberlos acusado de racistas y hubieran acabado en los tribunales de justicia. Para los columnistas de este diario llamarle negro a esta persona era una muestra de cariño. Un poco jugando a abogado del diablo, como reaccionarían esos columnistas si un periodista titulara una crónica con el título de “Enano Vásquez” o “Recuerdos del Sudaca Bardales” ¿se enfadarían? El contexto o el momento es el que manda y mucho, seguro que se irritarían por la connotación que llevan esas palabras. Por ejemplo, en las zonas sagradas de la intimidad decirle a tu amante, negrito o negrita o llamarle mi negra o mi negro, no tendría una connotación racista, es más sonaría a una frase cariñosa, de complicidad y guiño carnal. Igual cuando te dicen, mi cholito o cholita, mi chinito o mi chinita. Recordemos que un expresidente es más conocido como El Chino y a otro como El Cholo. Un amigo holandés me apostillaba con cierto fastidio que en Perú llamaban a la gente por los rasgos físicos: el Gordo, El Flaco, El Chato, El Muelón, El Tartacho, El Cholo mira me decía, eso es impensable en mi país. Sería una putada. Bueno y ¿cuál es lo correcto? Quien usa esas palabras debe conocer el contexto y sino lo mejor sería abstenerse.

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