[Por: Moisés Panduro Coral].
Ya nadie se escandaliza cuando se habla de coimas. Escuchar de coimas en el Perú es tan habitual que ya es prácticamente una regla oficial, un distintivo de conducta sin el cual no puedes acceder a ser proveedor, contratista o contratado en alguna dependencia pública. La coimería está tan adentrada en nuestro esquema social que bastan un par de tinterilladas para liberar de juicio a los mafiosos, sobran unos micrófonos comprados para quebrar la percepción purulenta que tiene el pueblo de sus autoridades, y quedan bien unas cuantas criolladas pronunciadas por candidatos en campaña para salirse del reproche popular.
La coimería nos da de bofetadas todos los días y el pueblo, creyente en mesías y salvadores, sigue entregando todas las mejillas. Estamos inmersos en un escenario electoral polarizado y estridente en el que varios actores políticos son coimeros, ya sea porque pagan coima, por que reciben coima o porque dependen de la coima que unos pagan y otros reciben. Estamos en una sociedad en la que los coimeros han sido convertidos en mártires de la fe, en filántropos llevando ayuda a la gente en los asentamientos humanos, en dulces vocecillas hablando de niños pobres, en chillones parlantes ofreciendo sebos de culebra, en exitosos caseritos de las encuestadoras.
Estamos en una sociedad en la que la gente valida la coima. Ya no es el clásico “que robe, pero que haga obra” que motiva un sentimiento de indignación y sonrisa al mismo tiempo por el desparpajo con el que se comenta. Ahora dicen: “está bien pues, está haciendo obra y si saca alguito debe ser porque necesita para financiar su campaña”; a quienes piensan así les digo, desengáñense muchachos, porque tengo noticias que hay coimeros tan desvergonzados, tan ladinos, tan frescos que en lugar de meter la mano en su coima (o sea en su bolsillo) para costear su campaña, prefieren seguir esquilmando la plata del pueblo a través de proyectos y obras fantasmas, compras inexistentes donde lo único concreto es la salida de la plata, pagos de planillas para mostrar “militancia”, regalos comprados con canon petrolero, contratos de medios para imagen institucional casadito con spots electorales, descuentos “voluntarios” y una retahíla de “geniales” maneras de cargar al presupuesto público los gastos de su boato electoral.
Se me ocurre especular que -a este paso- dentro de poco, podemos terminar aceptando que los coimeros coimeen, siempre y cuando hagan público de donde viene la coima (obras, adquisiciones, contratos), cuánto es el monto de su coima, quien les ha dado la coima, además de quedar estrictamente establecido que el producto de todas sus coimas no deben meterlo en su bolsillo, sino que deben gastarlo en su campaña electoral. Pienso que tal vez, de esa manera, lograremos que nos roben una sola vez, ya no dos veces, ni tres o cuatro veces como ocurre ahora con la mayoría de los candidatos a la reelección. La otra salida sería prohibir la reelección inmediata para que el coimero nos robe una sola vez.
Sin embargo, siempre tendremos un problema porque las dos alternativas podrían derivar en más problemas. La obligación de que el coimero gaste su coima en campaña y no toque más recursos del Estado puede traer como efecto que el susodicho aumente el porcentaje de su coima, es decir que en lugar de pedir 10%, pida 20%: “la mitad para mi bolsillo y la otra mitad para mi campaña” podría decir; o si tiene prohibido reelegirse robe vorazmente el doble o el triple porque no tendrá otra oportunidad. En ambos casos, el pueblo sale perdiendo.
Al parecer esta endemoniada situación no tiene solución. ¿Qué hacemos?
De la era Fujimori proviene la vigente, todavía, mala costumbre de pagar a la prensa con el fin, generalmente, de ocultar lo malo que pueda tener determinada dependencia estatal. Antes la norma era que los periodistas ofrecían a las entidades del Estado sus servicios, como seguramente siguen haciéndolo a las tiendas y demás negocios empresariales en general. Pero creo que en el fondo o al final, es el electorado (electarado como alguien esgrimió) quien tiene siempre la última palabra, al ser el que con su voto pone y saca del poder a las autoridades cada cierto tempo. La cual, lamentablemente, con sus últimas decisiones manifestadas en las elecciones que hace, no hace más que demostrar su falta de educación y civismo, eligiendo a quienes muchas veces no merecen siquiera postular dados sus antecedentes personales, profesionales y públicos.
Matar a los corruptos y a los periodistas que chantajean y se aprovechan de la situacion…. IVAVA desde el inicio de su gestion ha implementado la mal publicidad estatal, ha incrementado geometricamente el presupuesto, pagando, por ejemplo a un mismo programa concesionado, al conductor, al camaragrafo, al reportero, al asistente, al productor, al director, etc….. y este ha dado el mal ejemplo a las demas entidades publicas… saben en cuanto se ha incrementado el presupuesto y la cantidad de «comunicadores sociales» antes y despues de q IVAVA asuma el cargo (01/01/2007) como Presidente Regional de Loreto…?
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