ESCRIBE: Jaime A. Vásquez Valcárcel

*Alianza tenía más probabilidades de ganar, las casas de apuestas así lo señalaban. Pero Universitario ganó sin objeciones y en el Nacional se demostró, una vez más, que el fútbol es un estado emocional.

En los estadios se resume el estado de ánimo de una sociedad. De un pueblo, de un país. No por gusto uno de los escritores más leídos, José María Arguedas, recomendaba visitarlos por dentro y por fuera, porque ahí se comprobaba la situación social. La noche del sábado en el Estadio Nacional Alianza Lima se enfrentó a Universitario y días antes del partido se notó la crispación.

El puma Carranza, qué referente que tienen los merengues, con sus palabras provocadoras hizo que la dirigencia grone impidiera, con cierta dosis de piconería, el ingreso de gente que no sea la estrictamente necesaria para el partido, especialmente Jean Ferrari, que es la versión edulcorada del autor de “la U es la U”. A Alianza no le importó pagar tres UIT de multa por esa piconería y en la ampliación de la misma a uno de los locutores, no Lalo Archimbaud que por algo tiene experiencia, no se le ocurrió mejor frase que “Somos Alianza, los que pagamos porque podemos y apagamos cuando queremos”. Provocó cierto aplauso y risas. En todos estos hechos se refleja la arbitrariedad social. No importa transgredir el reglamento, olvidarse del fair play, total el objetivo es salirse con la suya. ¿Acaso no es así nuestra sociedad?

Hablemos del partido.

Triunfo bien merecido de Universitario. Gol tempranero. Silencio total de incredulidad en el 99.9 por ciento de los asistentes. ¿Le ganó Fabián Bustos a Alejandro Restrepo?. Le volteó la cara la suerte a Alianza para que Waterman falle un gol a medio metro de la línea del arco. La expulsión inobjetable de Jiovany Ramos por agredir a Calcaterra cuando estaba en el suelo y el árbitro se encontraba a pocos metros. Igual que el gol anulado a Barcos en estricto cumplimiento del reglamento que debe humanizarse lo más pronto posible. Los clásicos se sufren, se gritan goles que se anulan luego de varios minutos de anotados. Esos minutos finales, 8 adicionales y algo más, demostró que por el momento Alianza pone la garra en los partidos y que Universitario terminó acorralado por un equipo con nueve hombres con un arquero de emergencia. La actitud de los jugadores grones en esos últimos minutos hizo que la hinchada despotricara de la derrota y alabara el comportamiento de esos nueve. Si Universitario quiere lograr el campeonato como parte de la celebración del centenario tiene que poner en el banco de suplentes a Dorregaray, así se resienta las cuentas en el banco. Una vez más José “el Tunche” Rivera demostró que debe ser titular. Luego del partido la mayoría de comentaristas especializados se han apurado en alabar el juego de Universitario y la individualidad de Flores. No pienso igual. Universitario, más que Alianza, carece de un patrón de juego ordenado y se limita a chispazos en triangulaciones con las que al menos ya anotó dos goles en los últimos partidos. Alianza tiene que ordenarse desde la dirigencia porque, al menos futbolísticamente, no se sabe lo que quiere con precisión. Por eso no terminan ni el período de pases.

Para ratificar que dentro y fuera del campo de fútbol se grafica la realidad nacional en los camerinos del Nacional los merengues entonaban canciones sobre el apagón mientras que el suspendido arquero Angelo Campos de Alianza era mostrado en la celebración de un gol que no sirvió para nada sino para que se amplíe la suspensión por incumplir el reglamento.