Iquitos –espejo minúsculo del Perú–, dependiendo el observador (sus intereses, sus pensamientos o sus necesidades), puede verse como una urbe progresiva, diversa, nostálgica en su espesura, o más bien, violenta, informal, negligente, en drama constante.­ Tal vez, ambas caras. Representa un desafío, muchas veces letal, tan solo describir sus rincones. Pero, otorga una incipiente comprensión de sus problemas el hecho de haber nacido o vivido en sus periferias, e incluso, cierta autoridad para analizar o discutir su desarrollo o infortunio.

No sé si con la seguridad de un open-minded, pero si con el conocimiento de un aventurero, me atrevo a decir que a las ciudades en las que uno vive periódicamente se les quiere sin compromiso real o profundo: interesan más sus novedades, sus atractivos, no obstante, sus dilemas, sus angustias no se suele asumir como propias. Eso ocurre en la medida en que la persona se desempeña como mero habitante, no como un ciudadano –con la responsabilidad que trae la mención–, uno se ubica en ellas como observador, a lo mucho como testigo.

En cambio, a la ciudad donde perteneces o donde surgiste, donde están establecidas tus raíces o rastro de ellas, la quieres con preocupación, con angustia. Eso si la persona se reconoce ciudadano. Quizá, con el modelo de sociedad que se persigue con la nueva educación se pueda evidenciar aquello con claridad.

Además, considero que para el ciudadano queda en algún momento espacio para que la razón prevalezca sobre la pasión. Sin embargo, como se desarrollan las circunstancias, todo apunta a que en efecto estos años de gobierno nacional, regional y local serán ‘perdidos’ en términos de reformas, lo que significa mejoras mínimas en la calidad de vida de los peruanos.

Para la ciudadanía este hecho no pasa inadvertido. Las rencillas políticas, demostración palmaria de que la menudencia prima sobre los grandes intereses, vienen carcomiendo las esperanzas. Porque junto con la creciente inseguridad y la palpitante anemia infantil que hay que erradicar, también debemos discutir cómo ser, en lo posible, una ciudad menos cínica, discriminadora y machista.