Percy Vílchez Vela
El célebre partido entre Boca Juniors y River Plate no se jugó en ningún estadio de la tierra. No se pudo jugar debido al terror a la presencia de argentinos, hinchas de cualquiera de los dos equipos, que podían desatar la violencia indiscriminada, hasta el crimen alevoso. Era tanta la rivalidad entre los hinchas de ambos equipos que tampoco se pudo jugar a puertas cerradas pues aparecían escenas donde se veía a hordas derribando paredes y muros y dando rienda suelta a sus bajas pasiones. Los remotos caseríos de la Amazonía continental fueron dejados de lado porque en esos potreros, con arcos de madera endeble, también podían aparecer los gauchos armados hasta los dientes. De manera que se tuvo que buscar un estadio a donde no pudieran arribar esas bestias desatadas. Ese lugar fue ubicado por la Fifa en el remoto planeta rojo. Es decir, en Marte.
En esa lejanía, equipos combinados de científicos y arquitectos, lograron armar un campo pelotero con sus arcos reglamentarios y sus líneas demarcatorias. Luego de las pruebas con la pelota se llegó a la conclusión de que el esperado partido era posible en ese medio tan abrupto y donde no había agua. Las delegaciones de futbolistas, más algunos dirigentes y los cuatro árbitros elegidos, viajaron entonces a esa distancia. El itinerario duró más de un año debido a que el apolo que les llevó iba parando en otras estaciones de su trayectoria sideral. En el planeta rojo entonces los peloteros se alojaron en carpas improvisadas para capear los altos vientos y las lluvias de piedras que caían a cada rato como si se tratara de la puna peruana. Desde un inicio el partido se complicó debido a la falta de aire, a lo inhóspito del terreno y a las peculiares condiciones de ese territorio.
Al final todo terminó en un empate y se procedió al lanzamiento de los penales. Y entonces comenzó una extraña sucesión de patadas acertadas y erradas. El partido tiene ya varios años y el empate continúa. Diariamente se siguen pateando los penales y no hay un equipo ganador. Pero el partido tiene que terminar porque se sospecha que de un momento a otro pueden arribar unos argentinos adelantados que están dispuestos a sacarle la mugre al otro. Lo grave del asunto es que no existe viaje de regreso ya que la radiación sideral puede descomponer a los humanos viajeros.