23 de septiembre.
I) Ingreso a la Feria del Libro y me dirijo al stand de las editoras independientes. Un grupo de muchachos que no llegan a los 21 años atienden diligentemente mientras lo que ofrecen es lo menos leído de la Feria. Libros producidos con peculio propio, afiches artísticos de clases de universidad, poemarios vanguardistas que hablan de la soledad de la juventud y la sexualidad desgarrada, sórdida y muy personal –sobre todo de mujeres – y algunos autores que no llegan a malditos y que pugnan porque al menos le compren un ejemplar. No para ganar, porque para eso no están hechos los libros si es que no eres Vargas Llosa, pero al menos para saber que a un anónimo le gusto lo que hizo.
Elijo una compilación de los ensayos, la poesía y el cuento de estos jóvenes marginados por el mercado. Y mientras lo hojeo, puedo observar que hay unas ganas infinitas y malditas de querer expresarse con códigos que casi nadie entiende porque casi nadie los lee. No importa ahí están unos cuantos mal vestidos, con tatuajes de animes y héroes del siglo XXI y algunos aún gafas negras de reconocidos nerds, pero con un lenguaje de pandilleros también. En ellos se les perdona pienso. El resto de su generación está más en los conciertos de música y sólo lee afiches que llevarán para jactarse que han ido a una Feria del Libro, pero que no conocen al grupo de inadecuados, ni los miran. Son pocos, pero son, y respiran y seguro que hoy celebrarán con harto trago y conversaciones sobre el fin del mundo, las elecciones municipales más caras, el 9 a cero del Sport Huancayo y el fin de los libros. Igual, ahí están.
II) El padre Theo de la Iglesia del AA.HH. de Buenos Aires en el distrito de Cayma, uno de las más peligrosos ha convocado a una misa por el Día del Estudiante. A la iglesia para 500 personas sólo han ido 22 estudiantes. Pero el cura no se pone triste, se alegra, aunque las luces del fondo de la única nave no se prendan para que los borrachos crean que la casa de Dios está cerrada y no se acerquen a dar su liturgia de culebras. Habla de los poderes que Xto le otorgó a los 12 para que curen a los enfermos diciéndoles que si no les hacen caso al predicar entonces se “retiren de ese lugar y se limpien hasta el polvo de los zapatos”. Esta vez el polvo no ha llegado a los 22 presentes que sin embargo, no están muy atentos al mensaje que les quiere dar el pobre padre Theo pero el insiste.
“Ustedes son velas y no sólo botellas vacías a los cuáles hay que almacenar conocimientos”, les dice furioso tratando de llamar la atención de los más distraídos. Son 22, pero son y se han sentado bien adelante mientras que en la plaza un numero que triplica esa cantidad está tomando un licor amarillo que más tarde los hará creer que los con el Dios.
III) Santiago sale de paseo por primera vez. Tiene cinco años y se separa por dos días de sus padres que temen que le pueda pasar esas cosas de las que habla Jaime Bayli en sus mal logradas novelas. Y si se vuelve mariconcito también al estar con tantos niños y todo por un paseo al campo silvestre de donde sólo encuentra niños con la misma curiosidad que él. No importa. También tiene derecho al 23 de septiembre aunque este al lado de los curas y se la pasen rezando pidiendo ingenuamente para que esta “gallada” vuelva sus ojos al cielo.