Una sociedad epiléptica
La sociedad peruana sufre de cuándo en cuándo sobresaltos. A veces tan riesgosos que suelen parecer una enfermedad que determina su muerte. La epilepsia social por si misma no lleva a la muerte, pero que, cargada de violencia, desinformación y miopía social, podría convertirse en el gatillo para sucumbir hacia el despeñadero.
Llegar a esta posición es la suma de una serie de hechos que se generan de todo lado. En el proyecto cuprífero Tía María hay caldo de cultivo para todos y, claro, un sector se robustece cada vez que muere alguien o cada vez que se bloquea una vía e impide que los circuitos económicos de toda una región se paralicen. ¿Quiénes se benefician directa o indirectamente con esta situación de caos social que ya lleva 44 días?
De un lado está el gobierno que busca una excusa para intervenir y declarar el Estado de Emergencia y “poner orden”, como ellos asumen como forma de volver a la paz social. Hay muchos políticos de oposición que están empujando al gobierno a declarar este estado porque consideran que tendrán los réditos de quienes no apoyan a nivel de la población esta medida, pero también de la misma minera y, por supuesto, del status quo que ellos defiende en cuánto al sistema financiero que vivimos y que cada vez más se cae a pedazos por inoperante y obtuso.
Pero no nos confundamos. También están los que perdieron elecciones locales en la provincia de Islay en Arequipa y con este “liderazgo” de organizaciones y gremios sociales han tenido connotaciones nacionales que tanto aspiran para su futuro político y de los de su siniestra. De paso hay quiénes a nivel nacional quieren que este conflicto sea significativo para determinar el fin (a nivel de izquierdas y derechas) del gobierno de Humala.
El proyecto está desgastado socialmente y casi muerto antes de nacer pero por diversas circunstancias que ahora están capitalizando cada vez los dirigentes harto cuestionados en la zona. Varias de las causas tienen que ver por la falta de pantalones del gobierno para obligar a la empresa a negociar con nuevos parámetros internacionales, debido además, a serios cuestionamientos de contaminación que tienen por varias partes del mundo.
Da la impresión que se quisieron imponer y tenían varios, diversos y obedientes “chalecos” en el gobierno, en el congreso, en el periodismo y creían que eso era suficiente para iniciar operaciones, pero se han dado cuenta que la cosa ha llegado a complicarse tanto, que empiezan a arrastrar a toda una forma de hacer negocios en el Perú. Han generado una epilepsia que muchos felicitarán por cierta rebeldía arequipeña, pero que en el fondo perjudica a todos y todas.
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