Siempre será mejor que exista libertinaje que censura. Porque la censura siempre está impregnada de autoritarismo. En nombre de qué libertad un individuo o agrupación puede decidir qué es lo que se debe transmitir o no. Y es que se ha hecho muy fácil pontificar sobre lo correcto o incorrecto de los programas en los medios de comunicación y a su vez sintonizar los mismos no por cuestiones académicas sino por morbo, entretenimiento o banalidad. Es decir, los mantenemos en vigencia y a su vez los queremos desaparecer. Tamaña contradicción. Todo esto viene a cuento por lo que está circulando en las redes sociales.
Se afirma que “en una semana, la petición de retirar los reality Esto es Guerra y Combate de la televisión peruana ya ha alcanzado las 75 mil firmas. A través de la organización española Avaaz, el ciudadano Josías Paucar emprendió la recolección de firmas a través de un enlace que tiene como meta entregarla al Gobierno Peruano” para que éste a su vez tome cartas en el asunto. ¿Y eso implica que promueva el cierre de los mencionados programas con un decreto supremo, con tanques en las puertas de los canales desde donde se emiten o la instalación de un comité de notables que decida la fórmula para cerrarlos? Pero la justificación para este empeño es aún peor.
“La importancia de este proceso se basa en el análisis de algunos programas nacionales, donde muchos adolescentes y jóvenes peruanos ven programas con bajo nivel educativo y cultural. La mayoría de estos no presentan nada educativo; por el contrario, se basan en programas de entretenimiento y espectáculos, en otras palabras situaciones armadas, chismes y telenovelas. Muchos niños y adolescentes están formándose con conceptos distorsionados sobre la sexualidad y la valoración tanto del hombre como la mujer». Completamente de acuerdo con el análisis. Pero no con la conclusión. Jamás con ese resultado.
El hecho que los programas carezcan de nivel educativo y cultural justifica que se cierren. De ninguna manera. Si ese fuera el criterio nos quedaríamos con algunos programas que se emiten por el canal estatal y uno que otro de señal abierta o de circuito cerrado. Que muchos niños se forman con conceptos distorsionados sobre la sexualidad y la valoración del hombre y de la mujer no hay duda. Pero en nombre de qué libertad podemos propiciar el cierre cuando lo mejor sería que los mismos sirvan para que los adolescentes sepan discernir entre lo bueno y lo malo.
Finalmente, se asegura que en una semana se ha recolectado 75 mil firmas. Cuando se sabe que cada segundo de emisión de esos programas la teleaudiencia supera el millón de personas. Es decir, los que aprueban con su sintonía son una mayoría si la comparamos con los que propician el cierre. Una cosa es oponerse a ese tipo de mensajes y llegar a la conclusión que son dañinos para la formación ciudadana y otra, muy distinta, promover el cierre. Porque si así fuera temo que los canales locales se quedarían sin programas.