CELEBRACIÓN DISMINUIDA

El hambre parrandero de siempre, el vigor celebrante de cada día, la furia de festejos así no sea ni domingo ni feriado, no anda bien en estos gallineros durante la comercial celebración de la pobre madre de todos y todas. Es cierto que madre hay una sola pero parece que hubieran varias a la vez con tanta propaganda para agasajar a ese ser supremo. El amor hacia esa fuente de vida se suele medir por la cantidad de regalos y no por el simple afecto filial. Pero lo que más conspira contra ese tradicional segundo domingo de mayo de todos los años es la maternidad prematura. A nivel nacional, Loreto de nuestros amores y furores ocupa el primer lugar en ese rubro. En esa posición anda desde hace 10 años y no pasa nada. Nada de nada.

La maternidad prematura, contra lo que se suele creer, nada tiene que ver con los desbordes del corazón, los delirios de la pasión primera o los despertares del placer carnal. Tiene que ver con la barbarie de hogares mal hechos, peor mantenidos, donde el maltrato, la violencia y otros  desmanes están a la orden del día. Así las cosas, la maternidad adelantada es la prueba irrefutable de una sociedad coja, subterránea e irresponsable. Que sepamos no existe en ninguna parte, ni en los bailongos ruidosos, ni en el lenguaje cotidiano de los padres responsables, un plan de acción para devolverle a la maternidad su sentido original. Para evitar que nazcan niños y niñas a destiempo.

Desde el punto de vista de esa desgracia cívica hay poco que celebrar este domingo de heladas y parrandas. Hay mucho que hacer de aquí en adelante. Bastante que hacer para que las madres alumbren descendientes en el momento debido. Y, lógicamente, para que podamos celebrar de veras esa fecha como un homenaje a ese ser entrañable a quien debemos nuestras vidas que son los ríos que van a dar a la mar.