El jueves 25 de junio de 1964, cuando todo el pueblo iquiteño celebraba las fiestas de San Juan y los juanes y la chicha junto con la cerveza pasaban de mano en mano, el diario “El Eco” colocaba un titular sensacional no sólo para la época sino para el periodismo loretano: “Loco de celos marido apuñalea a conviviente”. Como si esas letras no fueran suficientes para llamar la atención, agregaba: “En dramática carta el feroz agresor resalta los motivos que le impulsaron a tomar tan horrenda determinación”.
Hoy que ando indagando sobre la prensa iquiteña desde que apareció “Loreto Comercial” –el primer periódico que se imprimió en Iquitos- debo confesar que me divierto hasta la carcajada con las noticias y los avisos que se publicaban en todos los tiempos. Y he consolidado mi creencia que en Iquitos desde tiempos lejanos se ha producido casos de violencia contra la mujer, siempre motivados –como hoy- por los celos que son consecuencia en la mayoría de los casos de alguna infidelidad.
Para no alejarnos del caso que nos ocupa, la nota termina con este párrafo: “Tanto José Reynaldo Catashunga Guimaraes como Olga Marina Oliveira Torres han sido sometidos a una delicada intervención quirúrgica, siendo su estado, actualmente muy satisfactorio”. Pero ahí no queda la cosa. Al día siguiente el mismo diario titula: “Un hombre no debe confiar jamás en una mujer”. Para explicar esa frase machista por donde se lo lea, añade. “Escribió el frustrado homicida Reynaldo Catashunga Guimaraes en la carta que dejó antes de pretender victimar a su conviviente”.
Como para añadir más leña al fuego, transcribe la carta. “Sólo dejamos en el mundo un hijito primogénito que para todo se tiene la culpa su desgraciada madre que no merece el perdón, tengan en cuenta mis amigos que yo les dejo esta historia para su experiencia que un hombre no debe confiar jamás en una mujer y para mi amado hermano le dejo como virtud a mi pobrecito hijo. Firma Reynaldo Catashunga”. Era el año 1964 y como lavándose la mano el diario termina: “Según la policía, en esta carta el feroz agresor, revela los motivos que le impulsaron a tomar tan fatal determinación. Al publicarla nos hemos ceñido fielmente a su construcción”.
Es una crónica policial mezclada con algo de prensa rosa, si quieren. Al releerla uno se da cuenta que la prosa periodística tenía mayor calidad por esos años, no sólo la policial sino la política y social. Daba gusto leerlas, disfruta en su construcción y en la colocación de las palabras.
En la nota inicial se escribe que el hombre de 24 años había regresado de viaje y cuando fue a ver a su amada de 19, en la esquina de Prolongación Próspero con Atahualpa solo fue para escuchar de sus labios que había sido hechizada por otro hombre, con quien se encontraba en las tardes en el Cine Belén. Ante esa confesión la conclusión del diario es: “Catashunga no necesitaba más pruebas, su mujer efectivamente le era infiel”.
Casos similares abundan en el periodismo de esos años. Si queremos encontrar algún paralelo podríamos acudir al caso de Tessy López que aún sigue sin encontrar a los culpables pues nadie ha confesado su participación en tan horrendo crimen, tan terrible como el intento de Catashunga. Y mientras se busca a los culpables, digo, seguiremos en la búsqueda de un periodismo de calidad sintáctica con la necesaria concordancia más elemental.