Señor Ministro de Cultura, le habla uno de los más entusiastas jóvenes que aman y viven la poesía en las tierras del Perú. Vivir y amar, dos verbos difíciles para muchos que actualmente no tienen ni si quiera un futuro. Y sí, mi amor a las letras, no es solo pose o figurita para las fotografías que inundan las redes, es, nada menos, la prueba de que mi sangre, mi ser y mis sueños son lenguaje y son literatura. Y hablo desde esa, mi única trinchera.

Nosotros, los que realmente amamos el arte de escribir, somos claros: nada nos puede parar ni puede detener la necesidad de manifestarnos en la belleza del lenguaje. Amamos los libros porque sí, porque no hay de otra forma, porque sin ellos tal vez nuestras vidas tan grises serían muchísimo más grises, porque sin el lenguaje que los libros arrojan sobre nuestras ansiosas mentes no existiría la posibilidad del devenir y su fuerza y belleza es nuestro mayor anhelo.

Y es que, Señor Ministro de Cultura, la cultura en nuestro país jamás fue tan humillada. Yo, desde mi asiento, vi como el Estado daba muchísimo dinero a empresarios que ya tenían muchísimo dinero en sus programas como Reactiva Perú. Sí, lo sé, vivimos dominados por las Empresas. Yo, desde mis calles, vi como nadie aquí recibió apoyo, vi como en los cerros de mi barrio, en aquellos cerros que nadie dibujó en sus reflexiones, salían cuerpos en camillas directo al fuego. Venimos de eso: muerte, miedo, muchísimo miedo y soledad, soledad y furia. Y, en ese marco, pienso, me pregunto, ¿cómo es posible que nuestro Ministerio de Cultura no apoye a nuestros escritores y poetas? Yo no hablo aquí solamente por mí y mi estética, hablo por todos los escritores que construyen este país con su lenguaje, con sus ilusiones, con sus sueños. ¿Dónde están ellos? 

¿Por qué darle mayor prioridad a extranjeros que son populares en las redes sociales y no darle espacio a poetas grandes aunque jóvenes totalmente olvidados? No pretendo llamar la atención con asuntos que todos, en sus propias reflexiones, comprenden como naturales

Si nos ponemos a cuadrar el asunto veremos, sin necesidad de tanta reflexión, que la cultura en el Perú la mueven algunos entes (Casa de La Literatura, por ejemplo; concursos, sea el Copé, por ejemplo) que no son necesariamente agentes o filtros únicos de lo que sucede en nuestro presente.

El presente es amplio, se abre, lo veo, y lo ves; lo vemos dentro de nuestro diario vivir, cuando se acomodan el tapabocas, cuando la sombra de las ramas titila; por ende, siendo así el asunto neurálgico de nuestro tema, resulta, no solo anecdótico sino triste para la movida nacional, la que viene siendo programada por diferentes editores, poetas, novelistas, cuentistas, diseñadores, correctores, en fin, esa rara masa de luz que forma la contemporaneidad literaria.

Esa rama de luz que existe. No se trata aquí de exigir nada ni de abrir las manos para recibir premios o dinero como muchos otros poetas y cuenteros hacen con toda naturalidad, sino, sencillamente, expresarles nuestro malestar, hacerle ver  nuestro malestar;  y elevar una voz disidente entre tantos aplausos vacíos y conversaciones que no generan nada. Es el momento de que la gran tarea de construir el país con nuestros lenguajes sea observadas y atendidas a nivel sociedad.

No puedo silenciar el vejamen contra la cultura y su producción interna que esto significa y, por otro lado, no puedo dejar de pensar en todos aquellos actores que fueron realmente afectados en tiempos de Pandemia y que hoy, como pueden, luchan desde sus trincheras. Pienso en los poetas y en los libreros, en los jóvenes a la cabeza de revistas, en los latidos que mueven el fuego de la literatura de nuestro país. La tarea empezó ahora. Y queremos al Estado de nuestra parte y no, como actualmente vemos, con indiferencia a toda su pluralidad y crisis. Es hermoso pensar en un futuro de equidad para toda la comunidad de escritores de nuestro país.

Julio Barco, Lima, octubre de 22 del 2020