ESCRIBE: Jaime Vásquez Valcárcel
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No existe pueblo en el mundo que se haya desarrollado prescindiendo de las vías de transporte terrestre. Ya sean vías férreas o autopistas. Por eso, incluso desde hace más de un siglo, en algunas sociedades la discusión sobre la utilidad de las mismas ya no ocupa la agenda pública y, por si los hubiera, aquellos que niegan su importancia están reducidos a la mínima expresión y son vistos como enemigos del desarrollo. Siendo eso así en los países desarrollados ¿por qué en la región Loreto, especialmente en Iquitos, hay quienes se niegan a la construcción de carreteras con la prédica que con ello se daña el medio ambiente y que primero está la naturaleza y después el bienestar de la especie humana? Claro que con eso evidencian una clara contradicción porque ellos mismos no se cansan de poner como ejemplo -envidiable para Loreto- la interconexión que tiene San Martín y Ucayali con la Costa, no sólo por una vía sino hasta por dos.
Hace algunos años junto con el poeta Percy Vílchez -bajo la gestión del escritor/catedrático colombiano radicado en Estados Unidos, Juan Carlos Galeano, tuvimos la oportunidad de recorrer varios estados del país gobernado actualmente por Donald Trump. Desde La Florida hasta Washington DC, pasando por Atlanta y Virginia. Mientras apreciábamos la calidad de la autopista Galeano incentivaba nuestro asombro con una afirmación: este país se puede recorrer de punta en automóvil. La famosa ruta 66 es la mejor prueba de eso. Pero hay otras más que cruzan el país de una Costa a otra, como la que va desde Washington hasta Maine en un recorrido de más de 4 mil kilómetros. Estados Unidos puede ser visitado cómodamente a bordo de un auto.
Hace algunos meses he tenido la maravillosa oportunidad de recorrer parte de Israel con mi camarada de una y mil batallas, Jorge Bensimón. Mientras él manejaba su auto no desaprovechaba la oportunidad de mostrar la majestuosidad del país que lo acogió como ciudadano y migrante. Sin carreteras no hay desarrollo, es la frase que resume su beneplácito contagiante. Como si eso fuera poco, en la ruta hacia Jerusalén desde BerSheva, Bensimón nos mostraba cómo la ingeniería había construido un túnel para no derribar un árbol en peligro de extinción y que era la clara muestra que la técnica tiene que estar al servicio del desarrollo y ante ella no hay obstáculo que detenga el progreso. Israel se recorre de punta a punta por carretera.
Por esos avatares que el periodismo nos proporciona me ha tocado allá por los primeros años de esta década que está por terminar trasladarme desde Madrid a Barcelona en auto y en tren. Pero no sólo esa ruta puede hacerse por vía terrestre. España, ya sea en auto o en tren, puede recorrerse apreciando la naturaleza y comprobando que la vegetación tiene que dar pasó al concreto porque es mejor conectar a los pueblos que mantenerlos en el aislamiento. Cuando uno viaja por España no deja de sorprender cómo es que han puesto la naturaleza al servicio del bien común.
Por estos días me ha tocado viajar desde Milán a Génova. Igual podría hacerlo por otras rutas y recorrer todo el país. Mientras retorno y aprecio la cantidad de túneles construidos en pocos kilómetros me entero que en cerca de 150 kilómetros hay por lo menos 60 de túneles que abren paso a los automóviles mientras los bosques primarios han dado pasó al concreto. Italia se puede recorrer completita en auto, a través de carreteras bien construidas y mejor cuidadas.
En todos los países -hay más- mencionados las carreteras no llegaron solas. Con ellas se instalaron los sistemas interconectados de electricidad. El servicio de agua potable ha llegado junto con el cemento y a lo largo del recorrido carretero se puede apreciar no sólo plantaciones agrícolas sino la construcción de viviendas que albergan personas aisladas por decisión propia del ruido de las grandes ciudades pero que en eso sitios apartados tienen todos los servicios de las urbes principales.
En algunas zonas de Perú se puede realizar semejante periplo. La única región que carece de conexión terrestre es Loreto. Cuando hace cerca de tres años inauguró su gobierno PPK dijo en el Congreso que su prioridad sería interconectar Iquitos con la Costa. A partir de ese anuncio se han formado comisiones y desde el Gorel se han elaborado estudios técnicos de factibilidad. Siempre esos estudios y proyectos han merecido la oposición de quienes desde ONG financiadas desde Estados Unidos o Europa han señalado que impedirán cualquier construcción que deteriore el medio ambiente. Curiosamente, en los países donde proviene el financiamiento para sus acciones han logrado su desarrollo a través de carreteras.
Ahora que está por gastarse más de 100 millones de soles -que luego se convertirá en más de 300- en obras necesarias pero no prioritarias sería bueno que alguien demuestre pedagógicamente al gobernador Elisbán Ochoa que si algo trascendente puede hacer por Loreto es de una buena vez coger los proyectos dejados por gestiones anteriores y conectarnos de una buena vez con el resto del país. El resto no sólo le agradecerá sino que le recordará como el ejecutor de algo que nadie se atrevió.