En plena parranda de San Juan, en el marco de la matanza indiscriminada de plumíferas, de excesos de licor y de bailongo, de comilonas de juanes, ocurrió un hecho inusitado debido al extraño cierre de la avenida Quiñonez. La ruta normal de esa arteria fue alterada a la altura de la calle Los Angeles y las Camelias, pensando que de esa manera se aliviaría a los incontables visitantes. Pero las cosas resultaron al revés y los forasteros se perdieron en las líneas y nombres del plano que prepararon las autoridades ediles de ese distrito. Ya sea por inexperiencia, por prisa o por lo que fuera, ciertos personas no supieron cómo seguir y se extraviaron en calles que llevaban a distintos lugares, lejos de la bien basada fiesta.
Los extraviados no supieron regresar al punto de partida y la vida se les fue en buscar la manera de salir del laberinto. En esos afanes fueron asaltados por los infaltables amigos de los ajeno y ya no tuvieron ganas ni de comer los juanes ni de beber la espesa chicha que llevaban para festejar al santo patrono de los verdores. Así que todo se fue para el infierno debido al cierre de la avenida mencionada. Por ese motivo presentaron una denuncia contra los organizadores por haberles mandado al desvío. La denuncia no prosperó debido a que los abogados demostraron que todo estaba en orden de acuerdo a lo que indicaban los planos.
El hecho no terminó allí, pues luego de la celebración se reportó el caso de personas que habían desaparecido al desviarse a la altura de Los Angeles y las Camelias para llegar más rápido. La búsqueda de los perdidos fue labor diligente de policías, serenos y guachimanes. Así se supo que la mayoría de ellos se habían extraviado tanto que terminaron en Nauta.