Si uno quiere tener cierto ánimo luego de escuchar cada uno de los audios que comprometen a los magistrados del Consejo Nacional de la Magistratura y los magistrados del Poder Judicial de las Cortes Superiores y la Corte Suprema, habría que sostenerse con uñas y dientes de lo que ha dicho el mandatario ayer en un pronunciamiento a nivel nacional a raíz de los últimos acontecimientos de corrupción: “vamos hacer lo mejor para el país, caiga quien caiga, cueste lo que cueste”, dijo al terminar su discurso.

Pero sería iluso pensar que sería así, tan literal. Martín Vizcarra, es cierto, tiene la gran oportunidad de iniciar el cambio o; como lo ha mencionado en esta presentación, “el momento histórico” para poder reformar el sistema de justicia en el país. Lamentablemente no tiene mucho peso político, pues está sostenido, lamentablemente, por el Keikismo que está esperando un arrebato para iniciar una contraofensiva.

Y el Keikismo está seriamente involucrado en estos audios. No sé si podría significar la bala que faltaba para “matar a la bestia”, pero que no querrá desaparecer de la escena política o ser procesados con destino de cárcel a su lideresa, sin antes dar batalla contra todos los que intentan reformar esta porquería que estamos escuchando.

Tal vez un arrebato de cambio de personalidad de último momento de Martín Vizcarra nos haga corregir esta apreciación. Por ejemplo, un adelanto de elecciones que en realidad es lo que quisiera la mayoría de la población. O en el mejor de los casos – y esto podría alcanzarse en la propuesta que se hará por notables en el discurso del 28 de julio – una reforma que implica la remoción de todos los magistrados abrir un proceso transparente abierto y tratar de buscar a los más honestos para posicionarlos en los entes de administración de Justicia.

Es una quimera. Lo que puede ser digerible a este Congreso actual es la remoción de algunos implicados, hacer la finta que están cambiando jueces o a todos del CNM pero que los nuevos, los que vendrán, pasen nuevamente por las manos de los que están involucrados. Ósea babas por mocos. Lástima pero eso de “cueste lo que cueste, caiga quien caiga” es una forma candorosa de enamorar a una platea que aún está atornillada en su tranquilidad social.

Si existiera una marea social que realmente deteste de manera fehaciente pero en las calles a esta clase política involucrada hasta el tuétano en los casos de corrupción estaríamos teniendo elecciones a la vuelta de la esquina. Tal vez para que no cambie nada, pero al menos para sancionar contundentemente a los que están.

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