ESCRIBE: Jaime Vásquez Valcárcel

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Como quien no quiere la cosa el autor de la nota nos traslada al 2010 cuando Mario Vargas Llosa pronunció un discurso en la Casa de la Literatura en la inauguración de un Congreso que fue el primer homenaje después de recibir el Premio Nobel de Literatura. En el MVLl reafirma sus postulados sobre la literatura y los escritores y, además, lo que provoca la lectura de obras buenas. Y el articulista concluye con recuerdos limeños del verano de 1985 y la experiencia de entrevistar al laureado escritor para RPP Noticias mientras recorre las calles de Iquitos. Todo ello porque en este verano limeño del 2015 llegó a sus manos un libro editado por el Fondo Editorial del Congreso de la República.

“Durante muchísimo tiempo casi no hubo editoriales que publicaran a los escritores. Muchas veces, para no quedarse inéditos, los propios escritores tenían que financiar sus obras de su bolsillo si querían ser  leídos y, por lo mismo, la circulación de sus libros era muy pequeña; muchas veces no trascendía la frontera de los amigos o los familiares”.

“La buena literatura es algo que forma ciudadanos, los ciudadanos de una democracia deben tener un espíritu crítico, un espíritu crítico que impida que sean manipulados, engañados, embaucados por los poderes existentes. El ciudadano impregnado de buena literatura es un ciudadano que piensa, que coteja ese mundo ideal que cran los poeta, los narradores y los dramaturgos con el mundo real”.

Entre el 15 y 17 de diciembre del 2010 se realizó el Congreso Internacional “Las cartografías del poder en la obra de Mario Vargas Llosa” en la Casa de la Literatura Peruana y quien fue el encargado de inaugurarlo fue –en ese año- el ganador del Premio Nobel de Literatura. Este encuentro –ya seguro pocos lo recuerdan- puede ser analizado desde las ponencias de quienes participaron gracias a la publicación que hiciera el Fondo Editorial del Congreso de la República. Con ese texto de más de 200 páginas me topé hace algunos días y vaya que es fascinante y motivador encontrar el pensamiento vargasllosiano sobre la creación literaria y el aporte que dejaron y el reconocimiento que recibieron los autores peruanos. Pero no sólo eso. Sino que estudiosos de la obra de Mario Vargas Llosa llegados desde diversas universidades del mundo se juntaron para desentrañar las creaciones de ese sartrecillo valiente. Y entre los estudiosos fue un placer encontrar a Alonso Rabí de Carmo, hoy profesor de Literatura Hispanoamericana en Concordia College en Minnesota, poeta que publicó uno de sus trabajos en Tierra Nueva, editorial loretana que tiene el record de haber llevado a imprenta la mayor cantidad de libros de autores oriundos y no en la última década desde la provincia.

Pero como es imposible reseñar todo lo que afirman esos doce estudiosos es pertinente detenerse para releer lo que el autor de “Pantaleón y las visitadoras” afirma sobre el oficio y las penurias y grandezas del trabajo literario en países como el nuestro. Con la brillantez en el manejo del idioma Vargas Llosa nos traslada magistralmente a lo que cotidianamente vivimos quienes de alguna forma estamos inmersos en el trabajo de edición de libros y contacto con los autores.

Bajo el título de “La escritura literaria en el Perú” MVLl afirma que la razón de ser de la literatura es “enriquecer nuestras vidas que son muy limitadas, que son una sola en comparación con todas las vidas que nuestros deseos y nuestros sueños quisieran vivir”. Y ése ha sido el trabajo de los poetas, novelistas, dramaturgos, ensayistas que han ido creando –al decir del Nobel- un país de soñadores donde se confirma que también somos eso: una historia de fantasías, de sueños, de anhelos, de deseos incumplidos que alguien tuvo que inventar para que pudieran ser vividos por los lectores. Y así debe ser. Los escritores son esos seres inconformes con el entorno o la realidad que sienten la necesidad de crear una propia porque están descontentos con el entorno.

Cuando se refiere a la vocación literaria con total conocimiento de causa afirma que en países como el nuestro no es fácil dicho ejercicio porque el “ámbito de la cultura es reducido, pequeño. Durante muchísimo tiempo casi no hubo editoriales que publicaran a los escritores. Muchas veces, para no quedarse inéditos, los propios escritores tenían que financiar sus obras de su bolsillo si querían ser  leídos y, por lo mismo, la circulación de sus libros era muy pequeña; muchas veces no trascendía la frontera de los amigos o los familiares”. Cualquier parecido con la realidad loretana no es coincidencia. Pues –para no abundar en detalles- a pesar que desde la capital regional han emergido dos premios Copé de poesía por muchos años tanto Ana Varela como Carlos Reyes estaban imposibilitados de publicar porque nadie hacía ese trabajo. Y al leer la poesía de ambos uno comprueba la calidad del trabajo y no tiene más que lamentarse de esa omisión que –me temo- nunca podrá resarcirse.

Pero no se crea que ese trabajo “casi siempre en el silencio, sin reconocimientos, sin premios y, a veces, a costa de enormes sacrificios” es solo característica loretana. César Vallejo –“que pese a su originalidad y su grandeza, solo consiguió que su obra fuera valorada después de su muerte”, como bien recuerda en ese texto MVLl- fue “uno de los grandes poetas de nuestra lengua y tuvo una existencia muy difícil y marginal y quizá por ello su obra tuvo escasos, por no decir nulos, reconocimientos en vida”. Y ahí está César Moro para mostrar la soledad con que se empecinan en escribir nuestros autores. “Escribió en la más profunda soledad en su país”. Como una actitud de rebeldía que se podía considerar extrema ya que su poesía la escribió en francés y no en castellano. A la falta de reconocimiento en vida y la soledad de la creación hay que añadirla la vida dolorosa. Como fue la de José María Arguedas. “Tuvo una vida muy dolorosa, aunque los últimos años de su existencia sí fue leído, traducido, publicado, pero gran parte de su vida transcurrió también en el silencio, en la soledad que ha sido la compañía más constante de los escritores peruanos”. Lapidarias palabras que cuatro años después de pronunciadas tienen total vigencia. Claro, como el propio MVLl admite, su caso es diferente a los nombrados –y la lista puede seguir- porque él ha recibido todos los reconocimientos. El Nobel 2010 es el más importante, sin duda. Pero siente que en ese premio hay un reconocimiento tácito al trabajo literario de quienes han hecho de “la creatividad, la invención, la fantasía hecha palabra” un resultado literario que, contrariamente a lo que piensan los académicos suecos no se da solo a un autor y a una obra sino que detrás de él hay “una lengua, y detrás de ese autor hay también un país del que procede”.

Y continúa con una confesión que tira a los tachos aquello que MVLL está resentido con los peruanos porque no le dieron los votos necesarios para convertirse en Presidente de la República. “Yo estoy muy agradecido con los peruanos, porque a diferencia de esos otros colegas a los que he ido mencionando, y podría citar una lista larguísima de nombres, yo sí he tenido la fortuna de ser reconocido, y con gran cariño y amistad, por mis compatriotas”. En realidad si los peruanos leyéramos más a nuestros autores el agradecimiento no viniera de ellos sino hacia ellos. Me explico o, mejor dicho, cojo algunas frases de Vargas Llosa para hacerlo.

Una de ellas: “La buena literatura es algo que forma ciudadanos, los ciudadanos de una democracia deben tener un espíritu crítico, un espíritu crítico que impida que sean manipulados, engañados, embaucados por los poderes existentes. El ciudadano impregnado de buena literatura es un ciudadano que piensa, que coteja ese mundo ideal que cran los poeta, los narradores y los dramaturgos con el mundo real”. Ojo que el Nobel habla de buena literatura. Tácitamente admite que también existe de la otra, la mala, que produce un efecto contrario. Por ello es necesario que se promueva la lectura de buena literatura y no se embauque a los escolares con textos que lejos de promover ciudadanos lo que hace es alejarlos de la posibilidad de convertirse en ciudadanos críticos.

Por ello debemos promover no solo que se escriba buena literatura sino que se aleje a los que creen que basta escribir y repartir textos entre los escolares para afirmar que se hace un trabajo próspero. La tarea que nos impone la hora actual y ese escrito de Mario Vargas Llosa es que a través de la buena literatura tenemos que “formar buenos lectores, que es la mejor manera de formar buenos ciudadanos democráticos”. No es fácil. Claro que no. Pero ese texto llegado a mis manos no solo me ha reafirmado en lo que creo sino que me ha tenido en vigilia durante varias horas. Y, claro, me ha retrocedido en el tiempo como si estaría en el verano de 1985 y por las calles limeñas me paseaba leyendo ya sea “La guerra del fin del mundo” o “La ciudad y los perros” o, también, cuando en mi condición de reportero de RPP Noticias llegué a entrevistar en Iquitos a MVLl con el nerviosismo y atolondramiento de quien tiene al frente a quien ha hecho de la literatura una actividad totalizadora.