En este período de turbulencia en que vivimos hay personas que han perdido el freno. No hay disimulo. Lo que antes podía pasar por tus pensamientos lo dices ahora sin rubor y desparpajo en ágora, y lo peor, es que pocos se ruborizan. Andan desbocados, literalmente y metafóricamente. Es como sí el barniz de la cultura, de la cultura europea, se ha ido al traste. Me recuerda a esas escenas grotescas de Luis Buñuel en “El ángel exterminador” en las cuales las personas se vuelven groseras, zafias en una habitación que no podían salir ¿esa habitación no es acaso la fortaleza europea? Uno de esos exponentes de ese bestiario liderado por el actual gobernante de la Casa Blanca es el Ministro del interior de Italia que en una muestra de racismo y xenofobia se ha puesto en primera línea para negar los puertos a personas del continente africano que huyen del hambre y de las guerras sacrificando los principios básicos del derecho humanitario. Se ha perdido la cordura en estos tiempos desnortados. Se insulta con facilidad a las mujeres, personas con diferentes capacidades funcionales, a las personas que emigran. En este lado de la península estas afectaciones a la dignidad de las personas suelen pasar y pocos son los que se alarman. En este mismo hilo, recuerdo las veces que he estado en África se siente, y mucho, el peso del imperialismo europeo, chino y norteamericano. Bajo el esquema de sangrar los recursos naturales, en este caso, Europa les devuelve con palo e insultos a sus poblaciones cuando huyen de la situación de pobreza en la que están viviendo. El otro día leía en una crónica periodística que un representante del actual gobierno italiano iba en el metro y un grupo de la ciudadanía tomó la iniciativa de cantar al unísono la canción “Bella ciao”, cántico partisano muy representativo de la lucha contra el fascismo. Todos se pusieron a cantar dejando en evidencia a este político del malestar hacia personas como él que distorsionan la convivencia. Cuando uno va a la historia, con mayúsculas, y se imagina a la cittá de Roma cosmopolita, no puede creer esos gestos tan denigrantes contra la dignidad humana impulsada por sectores reaccionarios italianos. C’è molto sciocco.

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