ESCRIBE: Jaime A. Vásquez Valcárcel
Mi padre, ferviente seguidor de los discursos del arquitecto Fernando Belaunde Terry, trataba de inculcar esa adhesión entre los suyos con una afirmación que aún no creo que sea certera: “Belaunde recita de memoria los mensajes a la Nación que, por mandato constitucional, debe entregar por escrito al Parlamento”. Su hijo, ferviente seguidor del periodismo, tiene que soplarse a regañadientes los discursos presidenciales a pesar de lo diazepánico que pueda ser uno con aplausos virtuales.
Un año antes de retirarse de su segundo gobierno, en 1984, Belaunde inició su intervención en un Congreso dominado por los acciopopulistas, con esta frase: “Antes de sinterizar el extenso Mensaje que he entregado personalmente y por escrito, al señor Presidente del Congreso, quiero hacer un ferviente llamado al país, por intermedio de su Representación Parlamentaria, para que el proceso electoral que se inicia sea un diálogo fructífero y esclarecedor sobre los problemas nacionales y sus soluciones y no un torneo de agresividad estéril o de agravios, que en nada favorecerán a la causa sagrada de la hermandad nacional. El adelanto y expansión de los modernos sistemas de difusión ponen a disposición de los candidatos medios de largo alcance que llevan la palabra y la imagen a los más remotos confines del país. Que gran oportunidad para que, en el aula inmensa del Perú, se dicten las lecciones cívicas que el pueblo espera y demanda. Que gran tarea, educativa e inspiradora, la que está reservada a los abanderados de los distintos movimientos políticos. Estoy seguro que la trascendental misión que les corresponde cumplir será debidamente aprovechada para la salud, el bienestar y la gloria de la República. El Jurado Nacional de Elecciones, cumpliendo sus deberes con celo y laboriosidad, ha iniciado el indispensable canje de las libretas electorales para actualizar el registro auténtico y veraz, que es para el credo democrático lo que la Biblia para la fe religiosa. Facilitado y resguardado el sufragio, emitido a través de esa credencial de nacionalidad, mi Gobierno se sentirá honrado y satisfecho de culminar su gestión con el fiel acatamiento del veredicto ciudadano”. Todos con Belaunde, viva Acción Popular se gritaba en calles y plazas.
Luego asistimos a la pelea callejera de siempre, a la utilización de los fondos de siempre y, vaya, vaya, el destino nos mandó a un señor llamado Alan García, cuyo primer gobierno hasta los apristas admiten que fue un desastre.
Mi hijo, entretenido en su propia tecnología, ni se inmuta por el inicio del mensaje que pronunciará el ingeniero Martín Vizcarra. Su padre, con vocación periodística y masoquista, ve a un Presidente que se confunde al leer y hasta evidencia errores de concordancia en lo que expresa. En la parte final dijo esto: “Atendiendo a la demanda ciudadana de unidad, es que quiero aprovechar este momento para convocar a todas las fuerzas políticas a construir un nuevo acuerdo básico: EL PACTO PERÚ. Este pacto debe ayudarnos a todos los peruanos a transitar este proceso de transición en paz, con acuerdos mínimos que den marco al debate necesario que se dará en la próxima campaña electoral. No queremos ninguna intromisión en una campaña que debe ser limpia, con reglas claras y transparentes. La iniciativa que hoy planteo tiene como objetivo generar un diálogo que vaya más allá de esta coyuntura de crisis, que dé certezas necesarias para los peruanos. Los invito a construir un pacto patriótico que, independientemente de quién sea elegido como el próximo presidente, siente las bases de un Perú con consensos básicos, que nos permitan consolidar la democracia, encauzar el debate político y permitirnos avanzar como país, después del Bicentenario. Si no lo hacemos, corremos el riesgo de llegar al Bicentenario sumidos en desgastantes enfrentamientos y pugnas, que van a impedirnos afrontar la enorme agenda país que tenemos por delante”. No hay que ser mezquinos con el Presidente, está haciendo su mayor esfuerzo, dicen los que repiten que se debe ser propositivo. Aplausos para la lluvia.
Ya verán que se viene la pelea callejera de siempre, la utilización de los fondos de siempre y, vaya, vaya, el destino nos tendrá preparado un Presidente como Alan García Pérez. Para tranquilidad de los que sufrimos su primer gobierno, quizás no sea como el líder aprista sino uno parecido a Alejandro Toledo, Ollanta Humala, Pedro Pablo… o quizás un Fujimori. Cuando dentro de 36 años un Presidente inicie su penúltimo año, alguien de la estirpe talvez llamado Carlos Maurilio o Carlos Toribio, recordará que antes un señor de apellido Belaunde y otro de apellido Vizcarra, pensaron exactamente lo mismo.