Basura nuestra de cada dia

La desbocada mula que, jalando a la deriva la carreta número 3,  derramó la lisura de la basura desde la plaza 28 de Julio hasta la Plaza de Armas, no es un mero accidente. Ni una socarrona noticia inventada por este diario renovado. Es una metáfora de esa desgracia estructural de la ciudad de Iquitos. Desperdicio y urbe se enlazan en un abrazo a muerte. A lo largo de su historia, desde sus primeras cuatro calles de tierra y sus pocas casas y sus escasos matrimonios, Iquitos ama la basura. De cualquier tipo. Hasta la que abunda en los mercados.

La muerte de un tutelar gallinazo aplastado por un auto homicida, infausto hecho ocurrido el 9 de julio de 1956, posiblemente acabó con la única especie capaz de mantener limpia la ciudad isleña. Es un broma de mal gusto y peor sabor,  desde luego, pero es lo único que nos queda luego de leer al señor Jaime Cavero, gerente de la empresa dedicada a no recoger  la basura cotidiana.  El fracaso pagado le hace decir que todo se debe al alcantarillado o entubado o encofrado o no se sabe qué. Ello es falso. Porque históricamente Iquitos no puede vivir en estado de limpieza. No tanto por sus pobladores sino por los empresarios que se llenan los bolsillos sin cumplir con su faena basurera.

En el serio salón rojo de la Prefectura de antes se dio,  hace muchos años,  el gran debate sobre la basura nuestra de cada eternidad. Cada persona o personaje dio su punto de vista, su solución individual,  pero el debate fue tan encendido y tan estéril que un precavido periodista razonante escribió luego que todo fue tan peliagudo que después de tanto debate se llegó  a la conclusión que la cosa no tenía  solución. Así fue. Hasta hoy. Lo único que no se ensayado en Iquitos es la solución griega sobre el particular. Es decir, que cada ciudadano (a)  se ocupe de su propia basura.