Cuando llegué a estas tierras hace más de quince años los políticos catetos no entendían los flujos migratorios y la globalización, eso les sonaba a chino. Por el contrario, destilaban en muchos casos xenofobia hacia el desplazamiento de personas de un lado a otro del mundo. O si lo entendían se hacían los longuis, lo importante era malmeter. De otro lado, la población nativa, mucha de ella, con un provincianismo mental de campeonato también en el mismo sendero, salivaba el temor al extranjero con una mezcla extraña de racismo asertivo. He vivido como sudaca la política migratoria de este país en plena burbuja inmobiliaria. Claro que me molestaban los puñeteros comentarios emponzoñados e infundados sobre la inmigración. Es más, a través de las crónicas que escribía y escribo iba dando cuenta de la situación injusta que se vivía y vive en este lado de la península. Hace poco se cumplió un aniversario de El Tarajal, una playa en Ceuta, donde en una situación poco comprensible la policía no ayudó a personas extranjeras que tras sortear el muro de la frontera por el mar, solicitaban ayuda a gritos, por el contrario, la respuesta de las fuerzas del orden fue disparar hacia sus cuerpos. Quien no se pone en el pellejo de las poblaciones migrantes no han entendido nada de cómo anda el mundo. Todos hemos sido migrantes una vez. Mientras escribo esta crónica en Perú, incentivado por los medios de comunicación, se está produciendo un brote xenófobo que se les está yendo de las manos a las autoridades. Esta vez, es a costa de la población de origen venezolano que huye de su país por motivos económicos y políticos. He llegado a leer comentarios maldicientes por el hecho que muchos de ellos han homologado su título profesional en Perú ¿? Leo comentarios de lectores de la noticia que les mandan de vuelta a su país ¿?, los comentarios de los lectores se han convertido en una suerte de vertedero de la miseria humana El emergente pensamiento de cateto (de mucha ignorancia) de la ciudadanía peruana mete miedo. Recuerdo que en los años setenta y ochenta ante el boom del petróleo en Venezuela muchas peruanas, hombres y mujeres, iban a trabajar en ese país, seguro que quitaban el puesto a trabajadores locales, y enviaban dinero a sus familiares ¿así les pagamos? Seguimos teniendo memoria corta.

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