He dicho repetidamente que padezco un claro síntoma de distorsión ocular, no busco eximirme de ninguna responsabilidad, advierto, solo explicarlo. Es un mal que adolezco desde que era niño. Sobre todo esta dolencia recae en pergeñar parecidos entre las personas. Al principio me costaba digerirla, hoy he aprendido a convivir con ella como la intolerancia a la lactosa que padezco. También en el exilio, confieso, que me ha servido de un colchón emocional morrocotudo. Por ejemplo, gracias a esa luxación al mirar el rostro de las personas, muchas tienen una gran similitud con los pájaros de la floresta, me han hecho sentir que no estaba fuera del entorno natural. Así, en este lado del sur de Europa, he podido ver tucanes, pájaros carpinteros, pihuichos, entre otras especies de aves muy cerca de mí. Además de peces, sí, de la variada fauna acuática amazónica, hay algunos que se parecen a los turushuquis o los dientes de una gamitana. Muchos con rostros de un tapir, un ronsoco (capibara), o las barbas del mono frailecillo. Esta situación de goce la disfrutaba de manera individual. Aunque mis comparaciones siempre han resultado cuestionadas por mi entorno familiar, amical. Me miran con cierta incredulidad, “tú y tus famosas comparaciones” me dicen con cierto retintín de fastidio que no me incomoda. Eso me pasaba con frecuencia cuando vivía en Isla Grande. Caminando por Brasilia, un día con nubarrones porque el tiempo en la capital de Brasil era de lluvia por esta temporada, me topé circunstancialmente con un señor que caminaba lentamente con la tranquilidad que le dan los años, de traje blanco, con mirada al horizonte y de ojos zarcos. Me quedé de piedra. Me dije pero si es Stefan Zweig, este gran escritor europeo, o si no fuera él, seguro que es el alma o un pariente directo de él. La genética no podía fallar. Todo eso se me vino a la cabeza en cuestión de segundos. Recordaba también que Zweig murió en Petrópolis, Brasil. Se suicidó juntamente con su mujer, según cuenta por el pesimismo ante lo que se avecinaba a Europa como el nacionalsocialismo, eran tiempo negros. Fue una muerte tan planificada que pagaron hasta la luz eléctrica del apartamento donde él se hospedaba. Este primo o pariente de Zweig de andar cansado y resignado caminaba por las ruas de Brasilia coincidiendo su aparición con la situación por la que atraviesa Brasil que no es nada halagüeña. Es un país partido en dos. La distorsión ocular puede funcionar también como anticipo o aviso de las situaciones.
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