Estos días de frío el té de rooibos es uno de los más solicitados en casa. El nombre del té, según leo, es de origen afrikáner. Cuando lo bebo me trae a la memoria África, en uno de los viajes a ese continente lo descubrí y trato de beberlo más con estos días de invierno. Sí al rooibos le acompañas con un poco de canela da un sabor agradable, gran fusión que te transporta a las sabanas africanas, a la esperanza de cambio que añora la población. Ese té que bebo tiene un gran significado por su viaje. Desde su origen hasta beberlo en mi sillón azul del Olmo. Así en medio de esos sabores se me cruzaba la lectura de Claudio Magris, “El infinito viajar”, es un libro de sus crónicas de viaje. Con Magris habíamos viajado juntos con su libro “El Danubio”, ojalá alguien pudiera escribir un libro así sobre el Amazonas, todavía no hay ninguno que desprenda tanta sabiduría y conocimiento como “El Danubio” de este escritor italiano nacido en Trieste. La mujer de Magris, Marisa Madieri, era una escritora la mar de interesante, está entre mis lecturas pendientes. En una de esas crónicas él reseñaba a un personaje Karlo Stajner (15 enero 1902 – 1 Marzo 1992) y a su mujer Sonia (Sonya) Yefimovna que son dignos de resaltar. Se trata de un escritor de origen austríaco, militó en el Partido Comunista Yugoslavo, quien por sus ideas vivió las penurias y torturas de los campos de concentración y gulags de la Unión Soviética. Fue arrestado en 1936 y liberado en 1956. El testimonió aquel infierno con el libro “Siete mil días en Siberia”. Fue más que una pesadilla. Magris en una conferencia lo tenía al frente, con aire discreto y amable, lo describe. Este hombre había sido un testigo de la furia del Leviatán. El libro para su publicación pidió permiso al partido, Karlo quería describir el horror estalinista pero no quería perjudicar al comunismo en el cual creía. Al lado de Karlo estaba su esposa rusa de nombre Sonia que durante el tiempo de su desaparición en esos gulags fue “la mujer del enemigo del pueblo”, ella fue humillada y torturada, sin embargo, supo capear el temporal y esperó pacientemente a Karlo. La vida de esta pareja tiene tonos épicos de gran factura.
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