Amenaza  de  desocupados

El desocupado es un personaje que nos acompaña desde hace siglos. En varias incursiones a la maraña del Perú, el hombre sin trabajo, sin sueldo ni salario, sin un lugar donde caerse muerto, era la fuerza escogida para integrar esas ilusionadas expediciones. Esas entradas eran como un consuelo o una ocupación forzada que evitaba la protesta o el malandrinaje de esos seres que eran legión. Pero las cosas fueron peores porque, por ejemplo, en la expedición de los marañones, la cosa fue brutal y sangrienta. Los desocupados metidos a expedicionarios eran de cuidado. No había puestos de trabajo en ese entonces y hoy las cosas pueden ser peores. Porque para fin de este año se calcula que en el mundo habrá 200 millones de desocupados.

En esa cifra abultada, abundante, podemos estar nosotros y muchos de nuestros supuestos lectores. El despido arbitrario o no, intempestivo o no, es una amenaza latente, una espada de Damocles que pende sobre  cualquier persona de este rebaño del Señor. Nadie puede considerarse libre del despido, de la pérdida del puesto. El aumento de la falta de oferta laboral, el cierre de puestos de trabajo,  será una manera de vivir el año que viene en toda la tierra. El mundo triunfalista de hace poco está por los suelos,  y tantos gobiernos descaradamente buscan disminuir las conquistas laborales, reducir empleos, acabar con seguridades sociales. El futuro parece haberse perdido en la sombría figura del desocupado.

En la maraña del Perú el desocupado está allí, esperando su oportunidad para manifestarse. La oferta laboral no es nada interesante con sus sueldos bajos, su rebaja de ingresos, sus abusos de la patronal y su recurseo diario  para parar la olla, para sobrevivir. No tenemos cifras sobre los desocupados verdes y  faltan inspectores laborales para conocer mejor cómo andamos en ese rubro. ¿Qué hacer este año que se viene donde habrá 200 millones de desocupados en la tierra?