En una alteración extremista, un ciudadano que no fue candidato, que no regaló ningún potaje o piante pollo, que no prometió nada de nada ni un triste puente, que no dirigía ningún partido político y que ni siquiera estaba inscrito oficialmente en el padrón de entidades de las ánforas, resultó ganador de la alcaldía de Punchana. Fue una bochornosa sorpresa que, entre los resultados oficiales de los comicios del ya olvidado año del 2014, saliera como burgomaestre del citado distrito el señor Chu. Lo inquietante fue que ese personaje sorpresivo fue confirmado como autoridad edil por el mismo tribunal de la Haya.
En aras de descubrir cómo pudo ocurrir semejante hecho, este columnista investigó durante meses el asunto. Y arribó a la conclusión que todo se debió a una confusión inocente del electorado punchanino. Ocurrió que en la cuadra 15 de la calle Freyre había una serie de afiches mezclados, contrapuestos, confundidos, aplastados y rotos de varios candidatos para la referida alcaldía. El señor Chu puso su afiche sin ninguna intención proselitista ni de ánfora electoral. Solo quería vender polos de campaña de las diferentes tiendas políticas en mutua disputa o matanza avisada. Sin embargo, para tantos votantes el afiche vendedor era de un seguro candidato. El resto vino por su propio peso.
Lo grave del asunto no fue esa inesperada elección, sin embargo. El señor Chu no quiso saber nada de casas consistoriales, de comunas y otras guayabas vecinales. Renunció por adelantado a tan alto cargo. El Jurado Electoral tuvo que hacerle varios juicios para que depusiera su extraño rechazo edil. Después del veredicto hayista, en idioma árabe, el susodicho fue tomado prisionero por las fuerzas del serenazgo y puesto, bajo el impacto de sendos coscorrones, en el sillón consistorial. En el presente, gobierna ese distrito custodiado por guachimanes para que no escape de la municipalidad de Punchana.