[Por: Gerald Rodríguez. N]

En la historia de nuestra larga y oculta Amazonía, ya en los archivos inexistentes o quemados, en las acuerdos nunca narrados, en las actas manchadas por el olvido, los acuerdos incumplidos siempre hicieron fiesta con sus propósitos llenos de criollismo y viveza, ágil para dar con lo injusto y con la rápida fuga a lo incierto. El olvido de lo que acuerdo, de las firmas en paz y para su cumplimiento no se hicieron cumplir en más de unos de los que se dieron a lo largo de la historia de la Amazonía, siempre se buscó como quebrar vivazmente aquella firmas leales a su conciencia por la parte afectada y por la parte afectante una extensa laguna ante las cláusulas y los enumerados acuerdos.

Una vez más no es posible que el Estado peruano con su legalidad que le confiere cada integrante de esta nación tenga que esconderse en los mantos de las empresas privadas para que una vez mas no ponga un pare a los que viene afectando o intentado quebrar la vida de los otros, de aquellos ciudadanos que también son peruanos pero que son visto desde el otro lado de la orilla, el indígena, el originario, el pobre ribereño, el que es visto con desdén cada vez que protesta y del que se cree que no habla castellano y no entiende de desarrollo o PBI, ahora tenga que protestar, o declarar agotado el dialogo para que se vuelvan a firmar acuerdos, para que la empresa privada petrolera recién quiera tomar en cuenta lo que piensa el afectado para que trate de calmar las aguas bravas y llegar a un acuerdo. ¿Y no es acaso la consulta previa lo primero de este asunto, y la vida de los que viven y se sienten afectados por la contaminación que por supuesto es deficiencia y negligencia de los que se enriquecen del petróleo? En Andoas algo ya va mal cono en cualquier parte donde se extrae el petróleo o se desarrolla la minería. Un estado ausente e indiferente, una sociedad que se olvida de lo civil que solo ve su interés y una ley de protección a las comunidades originarias que no reza ni un padre nuestro por los que se estipuló dicha ley, son los factores para llegar a la protesta, a romper los diálogos, pero más que todo, la indiferencia a la vida del originario de la que no cuesta nada.

La protesta es el reflejo de un aparato negligente por la empresa privada y por el Estado mismo, siendo el segundo el que debe velar la integridad de sus integrantes, un Estado que no ve la vida sino el desarrollo, un Estado que solo cuenta con el PBI anual y no con los niveles de vivencia y sobrevivencia de cada comunidad originaria por los desacuerdos e incumplimiento de los tantos tratado y acuerdos firmados nunca cumplidos. Un Estado mudo cuando se habla de daños que causa la minería y el petróleo al ciudadano común y corriente; tan solo tenemos un Estado fantasma que no ronda por ninguna parte del país.