Escribe: Percy Vílchez

La magia del cine de siempre, la seducción del héroe o la heroína, el atractivo de las imágenes en la pantalla, se fue a los quinientos infiernos. Nadie podía sospechar que detrás de tanta gloria y renombre se ocultaran grietas y declives que tienen que ver con la explotación del hombre por el mismo hombre y con el egoísta apetito de los magnates que cortan el pastel o comen la torta. Hay ahora una huelga en los límites de Hollywood y toda la deslumbrante fachada se derrumba, quedando al descubierto una historia mezquina detrás de las apariencias, de las máscaras habituales.


El episodio cinematográfico parece un capítulo sindical de cualquier país del último mundo. Los mandamases de esa fábrica de sueños simplemente no quieren repartir las ganancias entre todos. Pretenden quedarse con la parte del león y perjudicar a los que producen los altos ingresos. Una vieja historia se repite por allí, en el centro de irradiación de la moda neo liberal. La falacia de la libertad económica, del pago puntual al esfuerzo individual, se filtran también como demostrando que la explotación sigue siendo una acción primordial de los que tienen la sartén por el mango.


La actriz Fran Drescher ha dado en el clavo al decir a los tiburones del célebre estudio cuestionado: “Tienen que repartir las ganancias, porque no existirían sin nosotros”. Lo mismo podrían decir los explotados trabajadores de todos los confines obreros del mundo. Entonces, es como si Hollywood se hubiera convertido de pronto en una usina de las viejas contradicciones entre el capital o el trabajo, entre el propietario y el trabajador, como si nada hubiera cambiado desde los tiempos donde aparecieron promesas de redención laboral.


La ejecución de la injusticia parece detenida en el abuso o en la ruina de las mayorías. En 1960, en el mismo estudio rapaz, estalló la primera huelga de actores y actrices que buscaban sus reivindicaciones. El promotor de semejante rebeldía contra el capitalismo inhumano fue alguien insospechado de sindicalismo o anarquismo o socialismo: Ronald Reagan. La voracidad de los empresarios no ha cambiado entonces y las gangas o ganancias que permiten el neoliberalismo en el país del norte son para engrosar las billeteras o las arcas de los poderosos. Pero los que arman la fiesta tienen todo el derecho de exigir la parte del botín de las ganancias cinematográficas.