A ojo de búho

Por Miguel DONAYRE PINEDO

Los viajes transatlánticos por avión me dejan aturullado. Con un sueño de perezoso en el día y despierto como un nictálope búho en cualquier momento de la noche. Siento que la diferencia horaria me ha carcomido el sueño. Lo ha devorado como un caníbal y ha dejado fragmentos. Es duro. Camino casi herido y arrastrándome, magullado de sueño y de pésima  noche y de mal día. Es el precio que se paga por estos viajes y no me arrepiento. Pero hay que rehacerse. Levantarse. Se saca punta a esos trances de gatopardo. Husmeo un libro, escribo cuando todos duermen. Es una sensación extraña como de clandestinidad, de ir contra la corriente. En la dirección contraria. En esos momentos leo una novela y la subrayo, disfruto de borronear apuntes. Recuerdo lo que me falta por hacer y cuento los días que me quedan. Estoy en cuenta regresiva. En Isla Grande se vive con un mar de sonoridad que ha reventado los tímpanos de las autoridades y pobladores. No te quejes, resuenan las palabras dicho por un pata Me retumban sus palabras mientras busco sueño, pienso que es una pesadilla. El ruido me persigue. No me suelta. Donde me escondo siento su presencia. Hablo más fuerte. Casi grito. Es un mal trago pero se pasa.