EL DESAFÍO DE LOS BILLETES

Era engañoso el perfil de esa empresa cuyo costo de instalación y de producción había ascendido a 50 mil dólares. Contemplado desde  una distancia prudencial, parecía una sede de impresiones primarias, un  lugar de  ediciones nada ambiciosas que más bien se  relacionaban con la publicidad o la vida mercantil, pues contaba con  placas de metal, planchas impresas, fotolitos, hilos de seguridad, solventes,  pintura roseta y purpurina.  El propietario era uno de esos peruanos emprendedores que no vacilaba en lanzarse a la aventura de lo clandestino, a la gesta de lo arriesgado. Su nombre no ha llegado hasta nosotros. Solo sabemos que se apodaba “Tamalón” y que ahora anda un poco solo. Es decir,  preso.

Desde la habitación 204 del hostal Las Musas,  ubicada en el exacto cruce de las calles Fernando Belaúnde  y San Martín, el empresario citado había alcanzado la excelencia de las exportaciones no tradicionales,  pues había  enviado  a Europa unos tres millones 707 mil dólares y 442 mil euros. El negocio andaba viento en popa, viento en proa y otros vientos benéficos, cuando estalló ese inconveniente con los sabuesos de la policía que le impidieron que invadiera el mercado nacional con sus billetes falsos. Pues el susodicho se dedicaba a ese menester pendenciero donde el ingenio y el talento peruano han alcanzado la maestría. No hay incaico malo, se podría decir ahora que ocupamos el primer lugar a nivel mundial en la fabricación de esos billetes de nuevo cuño.

El año del 2012 el negocio floreció pese a la desarticulación de 4 bandas  -sin música- y al incendio que acabó 10 millones de dólares,  6 millones de euros y 493 mil nuevos soles. Este año que termina no ha ocurrido ninguna catástrofe en ese indicador de las exportaciones y es posible que el país siga ocupando ese lugar importante que es como campeonar en una mundial de la pelota. Porque no es nada sencillo ocupar un primer lugar en tan peliaguda materia,  donde lo más  importante es evitar que se disuelva en un vaso con agua el color del billete falso. Ese desafío no venció al gran  “Tamalón” y por eso anda como anda en estos días.