Tuercas y tornillos

Ciertos curas creen que tienen derecho a opinar lo que les plazca aprovechando el púlpito con que se dirige a sus fieles. Saben muy bien que no lo hacen para que escuche su grey si no que es una opinión pública en general y muchas veces es un discurso adulterado y atufado de mojigatería. Como es el caso de Cipriani y otros. Con la secularización de la vida, los curas a los conventos y parroquias. La vida social se rige con otras coordenadas como es el caso con las uniones de hecho del mismo sexo que tanta polvareda levanta. Los argumentos en contra más fáciles son esos que apelan a la naturaleza, al orden natural, a la normalidad. Como sabemos esa es una tesis trasnochada. Que no viene a cuento. Se sabe desde las ciencias sociales que el matrimonio, el divorcio entre otras son construcciones sociales que no tiene nada de naturaleza. Lo hacemos las personas. Y como esas reglas lo hacemos las personas también la podemos cambiar de acuerdo con las circunstancias, es ley de la vida social. No hay ninguna orden divina que lo prohíba. En todo caso es una interpretación ortodoxa y mal intencionado de los libros religiosos. Pero las personas humanas ante otras personas no nos movemos o regimos por lo que dice el Corán o la Biblia [seguramente en nuestra vida privada sí que lo hacemos hasta con rigor] sino por lo que dice las leyes desde la Constitución y su desarrollo posterior. Esas son las reglas de juego en nuestra comunidad de “tuercas y tornillos”, un gran libro de Jon Elster. Por ejemplo, si nos ceñimos al principio/derecho de igualdad, que es un derecho fundamental y humano, observamos que hay personas que tienen más derechos que otras, unas se pueden casar o convivir y otras no por su opción sexual. Esa una injusticia a corregir. En este sentido, toda propuesta que derribe esas barreras legales (y mentales) es un paso hacia la justicia.

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