El olvidado ser más importante
Entre cargantes besuqueos públicos, auspicio de prostibularias costumbres, repartija de regalos en estado de ebriedad, oferta de pistas encementadas, promesas de erradicar la pobreza que siempre se incrementa, los candidatos en general no consideran a la cultura como algo importante. El monarca Momo les ha embrutecido tanto que no se empeñan en visitar aunque sea una librería del suelo.
El personaje más importante del siglo XXI, de acuerdo a la interesante y autorizada versión del escritor Carlos Fuentes, sigue siendo la cultura. En otras partes, por supuesto. No aquí, en esta Barataria alejada y acosada por bosque y aguas, donde reina y gobierna el carnavalesco rey Momo y su radical preferencia por todo lo que sea celebración de cualquier cosa, festejo insulso de feriados divertidos, parranda semanal con su correspondiente licor servido. Entre tanto relajo importa más que las jaranas se incrementen, que comiencen el lunes y acaben el domingo. O que los feriados largos sean todavía más prolongados. En ese ambiente de joropo permanente qué brillante idea cultural podría aparecer en los discursos de los candidatos.
Entre cargantes besuqueos públicos, auspicio de prostibularias costumbres, repartija de regalos en estado de ebriedad, oferta de pistas encementadas, promesas de erradicar la pobreza que siempre se incrementa, los candidatos en general no consideran a la cultura como algo importante. El monarca Momo les ha embrutecido tanto que no se empeñan en visitar aunque sea una librería del suelo, para adquirir algún ejemplar maltratado y comenzar a leer siquiera un libro cada cinco años. Para que probablemente así hagan algo personal contra el desastre regional y nacional que es ocupar el último lugar en compresión de texto. Pero, como posesos, quieren el poder de la provincia, ansían las galas del mando.
El novelista mexicano no arrojó esa memorable frase por pura invención, por simple pose. La cultura ya no es un lujo. Nunca lo fue. Es parte fundamental de la calidad de vida de cualquier ciudadano. Es decir, ahora no solo interesa cuánto ganas, cuánto comes, qué consumes, sino cuántos libros lees, que museos visitas, qué exposiciones pictóricas frecuentas. La imagen del hombre y de la mujer se ha vuelto más completa. Y eso ni siquiera sospechan los candidatos que se han quedado en el atraso de la oferta simplista, en el sótano del subdesarrollo.