Coima y ebrios del volante 

En letales accidentes de tránsito provocados por seres mamados y bebidos, por empinadores del codo y la cabeza, por suicidas del volante, debemos estar en primer lugar a nivel nacional. En poco tiempo se hizo bastante para seguir avanzando hacia la punta en lo peor. No podemos estar en otro lugar, considerando que nadie hizo nada real después de que salió esa horrible cifra que nos ponía en un segundo lugar en las tragedias de tránsito con incentivo espirituoso. Tomadurías fueron y vinieron, rodaron vasos y botellas, surgieron más bares y, de pronto, apareció la misma policía colaborando con los accidentes de los embriagados.

Todo el mundo sabe que a la policía hay que respetarla. También todo el mundo sabe que a la policía se le puede coimear. No es una ofensa. Es una verdad que nos garantiza los 200 soles que cobraba el señor Renán Gayoso para cambiar el resultado de los dosajes etílicos. Así, cualquier borrachón o borrachoso, cualquier alcohólico o chavelero, cualquier pisquero o huitochadero, podía cambiar su aliento, que en plena faena de las copas imitaba al aroma de los mil diablos.  Es decir, el que debía combatir el delito, delinquía y ayudaba a seguir escalando en los referidos accidentes de tránsito.

En la degradación de la vida regional no parece haber límites. No sabemos cuántos  policías imitaron o superaron a Renán Gayoso. No sabemos si,  para cambiar el resultado del dosaje etílico, cobraron o cobran  la misma cantidad o más a los conductores en visibles  estados  de ebriedad. Pero sabemos que estamos peor de lo que parecemos o aparentamos si no se puede respetar a la policía. Si hay que coimearla. Así comenzaron sociedades que hoy son los centros de procesos de violencia desenfrenada. Hacia allá vamos con las autoridades que tenemos y con la policía que cobra para fomentar el delito.