El baile solitario
El baile con el propio pañuelo, es una manera de ejercer la soledad y de no contar con nadie. El otro o la otra desaparece del escenario cercano y la cumbiamba es personal. El bailar así se acerca más al desamparo que el egoísmo, y así un escritor puede escribir para nadie, ejerciendo su propio festejo. En el estricto terreno policial, el coronel Roberto Reynoso ha pedido a los pobladores iquitenses, más o menos, que bailen con su propio pañuelo y no precisamente al son de la orquesta de moda. Para evitar ser víctimas fáciles de los amigos de lo ajeno, de la incrementada población rateril, el gremio que más produce en el Perú.
Las palabras del citado coronel pueden servir para pasar estas fiestas de fin de año sin ser víctimas del asalto, la escapada, la monra, la pata de cabra u otra modalidad innovadora del siempre creativo mundo del hampa, pero nos recuerdan que andamos bastante solos en la defensa de nuestras pertenencias, salvo que tengamos mucha suerte. En verdad, el poblador común y corriente baila desde hace tiempo con su propio pañuelo y no precisamente en ninguno de los tantos bailódromos de esta ciudad divertida, cuando no estalla alguna desgracia.
Porque de un tiempo a esta parte el empuje emprendedor del gremio chorístico ha superado la capacidad de combatirle. Faltan corajudos y combativos policías para desbaratar las bandas y colectivos dedicados al descansado pero peligroso arte de robar. En cualquier Pueblo Joven de esta ciudad, por ejemplo, no hay ni un puesto policial, ni una ronda en serio de armados custodios del orden. Es decir, no existe la estrategia disuasiva. Esos lugares, desde hace años, bailan con su propio pañuelo para defenderse del hampa. Y el delito queda impune pese a las denuncias de las víctimas. Así, pase lo que pase en estas fiestas, tantos de los habitantes de estos predios continuarán en lo mismo: bailando solitariamente.