El trasvase del Premier

El trasvase del Premier

El infaltable almuerzo, el ineludible festín gastronómico, sin el improbable sudado de piraña u otro plato inventado por el burgomaestre de Maynas,  fue lo último que hizo el señor Salomón  Lerner en Iquitos. Poco se puede hacer en tan poco tiempo en un lugar, desde luego. Nada casi en tan pocas horas marcadas en una agenda. Pero en esa brevedad el primer ministro hizo bastante.  Hizo todo, se podría decir.  No nos referimos a los blablabas de siempre, los  rimbombantes acuerdos que casi nunca se ejecutan, las firmas por acá y por allá que acaban borrosas en algunas gavetas que después nadie abre.  Escribimos de otra cosa. De algo que estaba fuera del libreto. El encumbrado visitante dijo algo que nos parece suficiente para comprender mejor al actual régimen.

En forma terminante, inconfundible, declaró que el servicio de agua potable de esta ciudad sería privatizado. De antología la frase. Ni quien se lo haiga, como dice un personaje de Juan Rulfo. Es cierto que el mandatario Ollanta Humala, ese  corredor mañanero,  ese atleta obsesivo que tiene que trotar donde quiera que se encuentre, fue domesticado. Pero no sospechábamos que la cosa fuera tan brutal.  Tan radical. Si uno cierra los ojos y retrocede un poco, parece escuchar otras voces, otros cacareos, que se relación con un festín de adquisiciones de bienes y servicios y empresas a precio de oferta. Es decir, el negocio redondo de la privatización.  Para unos cuantos, para unos pocos.  

Y el señor Salomón Lerner, hombre de negocios, nos trae ese recetario. ¿Porque vivimos en la provincia remota? ¿Porque tenemos bastantes ríos? ¿Porque tantos se oponen al trasvase del Huallaga y del Marañón? ¿Porque  se le ocurre? En verdad escribiendo, con toda franqueza, no vemos cómo se come ahora eso de la  inclusión dentro de los parámetros de la privatización  a la peruana. Y del servicio del agua potable, todavía, como un trasvase propio, personal, potable, del apresurado premier humalista.