ESCRIBE: Jaime A. Vásquez Valcárcel
No hay pueblo donde el fútbol sea excluido. Hay un turismo futbolístico demostrado con los vuelos chárter llegados al aeropuerto de Lima con millonarios brasileños, los viajeros fluviales de clase media cariocas que llegaron a Lima a través del Amazonas y los que aterrizaron en la capital limeña en los vuelos de itinerario. Todo ese movimiento sólo es entendible desde la pasión que provoca la competencia futbolística. Sin embargo, también hay mucha compasión en este deporte. Se demostró en el último partido entre Sporting Cristal y Alianza Lima en el Estadio Nacional.
Alianza Lima tuvo como capitán a Paolo Guerrero. Paolo tiene como ídolos a varios jugadores aliancistas, pero él no ha llegado a esa categoría. Y, tal como van las cosas, tampoco lo logrará en lo que le queda como jugador del equipo de La Victoria. Fue capitán pero nunca capitaneó la delantera. Su cambio a los 79 minutos debió producirse al finalizar el primer tiempo. Los avances aliancistas terminan sin llegar al área rival por su evidente deficiencia física y su menguada capacidad técnica que, en futbolistas como Paolo, llega más pronto que en otros. Además, sus reclamos absurdos y poses infantiles lejos de incentivar a sus compañeros los desmotivan. Alianza Lima, sin expulsados, jugó con diez hombres ante Cristal. Hasta que ingresó Hernán Barcos, luego de estar calentando por más de 30 minutos.
Ingresó el pirata y Alianza fue otro equipo. No sólo mejoró el ataque grone sino que la defensa celeste cambió de actitud y a todos se los notaba nerviosos y buscando con la mirada dónde se ubicaba Barcos. El argentino, por la terquedad dirigencial de no renovarle el contrato, ingresó desalentado, más no desmotivado. Dialogó con quienes tenía que hacerlo, aplaudió cuando era necesario y se desmarcó en el momento preciso y, como ya se ha hecho costumbre, aprovechó un tiro de esquina para pegarla a una zona inalcanzable para el arquero. Su celebración no fue la de anteriores partidos. “La interna” no está bien y los abrazos y felicitaciones de sus compañeros no fueron iguales a partidos anteriores. Pero su caballerosidad y agradecimiento le llevó a abrazar a Gorosito, como para marcar la diferencia con la dirigencia.
Barcos tiene pasión por Alianza Lima y la dirigencia tiene compasión con Paolo Guerrero. No hay que pedir que se invierta esas condiciones sino que se encuentre en la racionalidad un final para la terquedad.
No es que se maltrate a Barcos con la decisión de la dirigencia. Total, el maltrato es inherente al fútbol. Sucede que mantener a Paolo y perder a Barcos es jugar contra el equipo. Si se tiene compasión con Paolo porque desde niño es aliancista que los dirigentes se dejen de niñerías y mantengan en el equipo al pirata. Para el nivel del fútbol peruano el argentino es un jugador que necesita la delantera grone. Si quieren combinar pasión con compasión que dejen a Paolo y que no alejen a Barcos.
Falta 90 minutos más de juego entre Cristal y Alianza. Este sábado será el partido de vuelta en Matute. Procuraremos ir a La Victoria para ver en la cancha que Barcos tiene que ser titular, Paolo el suplente. Porque lo que vimos en el primer partido no es una excepción en el juego de Barcos sino una regla. Todo lo contrario con Paolo que sus reclamos infundados son la regla en los últimos partidos cuando hace un par de años tenía jugadas excepcionales.






