ESCRIBE: Jaime A. Vásquez Valcárcel

*Llamado como “el literato carcelario de la Amazonía” no dejó muchos cuentos, pero los suficientes para ser recordado.

“Hasta los guardias tenían impreso el terror en sus rostros”. Con esta frase empieza el relato “El pozo” el escritor Manuel Tunjar Guzmán. Fue publicado el martes 1 de enero de 1974 en el diario “Impreso” de Iquitos”, en el que se señala que dicho relato forma parte de “Historias de marginados”, conjunto de enfoques novelados preparados años atrás por el autor del cuento “La redada”, que a su vez forma parte de la antología de narradores amazónicos que en 1966 publicó Róger Rumrrill y Javier Dávila Durand en la serie “Ediciones populares Selva”, que es la primera en su género en la Amazonía peruana. Así podríamos seguir con los datos combinados de varios escritores de ayer y hoy. Pero detengámonos por unos minutos en Túnjar Guzmán.

Pregunto a un intelectual no nacido en la Amazonía pero sí radicado muchos años en la floresta sobre el trabajo literario de Manuel Túnjar Guzmán. Me responde automáticamente y automatizado que Túnjar era un buen conversador. Desconocía los relatos que escribió y, claro, no había leído ni “La redada”, menos “El pozo”. Preguntado por la herencia literaria de quien fuera conocido como “tachuelita”, quizás por su diminuta figura, similar a las tachuelas que usaban los zapateros hace años en Iquitos, Róger Rumrrill ratifica que sí escribió varios relatos dignos de ser tomados en cuenta.

Por eso quizás en 1966, 57 años atrás, fue incluido en la antología referida. Nació en 1929. Aunque algunos biógrafos señalan que nació en diciembre de 1928 y murió en marzo del 2001. “Su experiencia carcelaria, preso político en varias oportunidades, ha servido a Manuel Túnjar Guzmán para escribir, en tono de denuncia, sobre el tenebroso submundo de prisiones como “El sepa”, en plena selva peruana. “La redada” es el título del volumen todavía inédito que recoge los relatos de este narrador de historias, transcritas de la realidad, que están contadas en estilo llano, casi periodístico, pero cuya fuerza dramática está lograda en base a hechos y sorpresivos desenlaces.

Escribiendo como testimonio acusatoria de una realidad que aniquila al hombre, Manuel Túnjar Guzmán está en la línea de autores como Gustavo Valcárcel (La prisión), José María Arguedas (El sexto) y Juan Semanero (Hombres y rejas) que han sentado las bases de una literatura carcelaria peruana”. Así lo describen Róger Rumrrill y Javier Dávila Durand. ¿Exagerados, grandilocuentes, excesivos? Habrá que buscar y leer la obra publicada por Túnjar para tener nuestra propia exageración. Husmeando en las hemerotecas que archivan diarios impresos en Iquitos podemos encontrar, como fue mi caso, más relatos de don Manuel.

Muerto hace 22 años, según un artículo de Róger Rumrrill “Manuel Túnjar Guzmán, insuperable panfletario verbal, disparaba sus virotes contra amigos y enemigos”, durante los años maravillosos en que se juntaban por la Plaza 28 de Julio, “porque la Plaza de Armas era de los burgueses” no sólo los integrantes del grupo “Buenandanza” sino todos aquellos que gustaban de la tertulia desenfadada. A don Manuel, allá por los meses previos a febrero de 1984 y en los meses posteriores a la inauguración de “Amazónica de televisión”, se le podía gozar en la sala de redacción y en la cabina de Radio “Tigre”. Su voz radiofónica, su andar pausado, su expresión verbal precisa, su benevolencia periodística para con los jóvenes que empezaban en el oficio, le hacía un ser destacable. Desconozco las circunstancias en que vivió los últimos días.

Al recordar y releer sus relatos que tenían una frase inicial impactante, he visto su cuerpo caminando cerca a la puerta de Radio Tigre, he oído su voz narrando noticias para “Tigre informa”, he percibido su rostro similar al del guardia con el que empieza el refundido relato “El pozo” que pocos conocen y menos leyeron. Panfletario verbal o no, igualable a José María Arguedas o no, comparable con Gustavo Valcárcel o no, es hermoso saber que sus escritos nunca morirán.