El poder y la letrina
El rey Carlos XIV era un soberano que no tenía tiempo que perder ni rechazaba las urgencias corporales. En el cómodo y real baño de su palacio, mientras hacía el dos o del vientre, despachaba los graves asuntos de su reino. El parlamentario alemán Franz Michael, varón de 24 abriles, miembro decidido del Partido Socialista, robó 200 rollos de papel higiénico de las posadas o trocas que visitaba después de sus discutidoras labores en los escaños. El delito le costado la separación de su curul y un juicio vigente. El poder y la letrina parecía una oscura alianza que ocurría lejos, en las picarescas de los otros, en las sentinas del primer mundo. Uno podía burlarse de esos episodios, usando hasta la maldad. Pero es tiempo de callar. Las cosas han cambiado últimamente. Hemos pasado a engrosar las filas de ese rubro ingrato.
Todo por culpa del gallardo Municipio de Maynas. En forma voraz, incontenible, la comuna ha declarado la guerra a los vendedores que administran diariamente los baños públicos del Mercado de Productores. El poder consistorial no se detiene ante nada de los malos olores, arma camorra, mete fuego y aspira a gerenciar esas letrinas donde, honestamente, no sabemos qué tesoro hay. Pero los funcionarios ediles aspiran a entrar con todos sus corotos y chivas a instalarse en esos lugares como los nuevos amos y señores listos a atender al público usuario.
Los municipales, suponemos, sacan cuentas, adicionan cifras, hacen gráficos por la cobranza diaria de una meada, de un pedazo de papel higiénico para lo otro. Hacen cálculos sobre la suma que entrará hasta el fin del mandato del viajero. Los vendedores no creen en guarismos optimistas y han decido defender ese fuero cívico y han arrojado a los cuatro vientos un rotundo y contundente no. Están dispuestos a defender hasta las últimas consecuencias sus ingresos. La guerra campal y sin cuartel, entre el poder edil y los vendedores que administran esas letrinas, ha comenzado.