Leía con pausa y avidez los diarios de Ribeyro, «La tentación del fracaso», un tocho de más de seiscientas páginas. Lo tenía en mi mesa de noche y trataba de leer con cierta rutina, casi todas los días antes de dormir. No me despegué de él. Ricardo Piglia decía que si uno no se despega del texto que está leyendo es porque quiere seguir oyendo la voz que fluye de la lectura. Eso me pasaba con la de Ribeyro y sus diarios. De su vida en diferentes lugares, preferentemente, en Europa; ante todo Ribeyro derrama su gran amor desmedido por la literatura. Es muy curioso que Ribeyro o Vargas Llosa, entre otros, se dicen que son escritores peruanos, pero gran parte de sus vidas lo han hecho fuera de Perú o de la Amazonía – podría ser el caso de Jorge Nájar, Ana Varela o Walter Lingán, por ejemplo, que viven a kilómetros de la floresta y  algunos con un Océano de por medio. Para escribir, la distancia es necesaria muchas veces. Pero esta afirmación, como todas, depende, como en la vida, hay escritores del palustre como Percy Vílchez o Carlos Reyes están muy apegados a la floresta que contra viento y marea siguen produciendo literatura. Una de las ideas que Ribeyro esboza es que la literatura peruana está encajonada a géneros de siempre: novela, cuento, poesía, ensayos…, él es de la opinión que no se explora otros géneros como son los diarios. Los dietarios de Kafka son iluminadores para adentrarse en la intimidad del escritor de Praga. En Perú, la publicación de diarios es a cuentagotas, quizás pesa el pudor tan arraigadamente peruano. En la Amazonía, que es otra gran área cultural, la publicación de diarios es escasa, por no decir, nula, salvo prueba en contrario como aluden las abogadas. Advertir o señalar, ese tono de diario lo hace Marco Antonio Panduro en un texto de reciente publicación ¿Se pudieran imaginar la publicación de los diarios de Ana Varela, Jorge Nájar, Walter Lingán, Carlos Reyes o Percy Vílchez para citar algunos? Seguro que nos depararían muchas sorpresas.

 

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