Jaime Vásquez, Daphne Viena y Percy Vílchez en Juanjui, San Martín.

La relación de la literatura, del arte, con las personas con un pie en la tierra que se ufanan de pragmáticos, es una relación de conflicto, de roces constantes, con las personas que ambulan por esos mundos de la ficción y con un pie en la tierra. Son seres transfronterizos, que van de un mundo a otro que con el tiempo han sabido dimensionar ambos universos. Pero, claro, es difícil hacer comprender a esas personas con brillo y fondo de pragmáticos ante la vida esas transiciones y lo que se ve en ese mundo. Es muy común tildarlos de locos o que viven en su propio mundo como los de Alonso Quijano, en las tierras de la Mancha luchando contra los molinos de viento. Hay cierta hostilidad y animosidad hacia los artistas y la escritura. Mario Vargas Llosa al recoger el premio Rómulo Gallegos, decía para referirse a los escritores y escritoras, como los «locos benignos». Por circunstancias estuve de moderador en la feria de «La Independiente», conversando con Sigisfredo Burneo, de Piura, y Zein Zorrilla, de Huancavelica. Casi en el epílogo de la conversación Sigisfredo dijo que en Piura decir que uno es escritor, te miraban mal o había cierta sonrisa de desdén –seguro que no es sujeto de crédito. A pesar del tiempo transcurrido, en nuestro país de fragmentos, en la Piura de «La Casa verde», se sigue menospreciando o desconfiando a los escritores. Sumando más anécdotas, tenemos que en la presentación de la colección «Río Marañón» en Juanjui, en la región de San Martín, la actriz y activista cultural, Daphne Viena, decía en una plaza pública: «Nos dirán locos y aceptaremos estarlo, es nuestra forma de vivir»–se refería a los que se dedican al arte como ella que presentan y escriben libros. Que nos sigan llamando locos o locas, seguiremos con el mismo tesón en la escritura y el arte. Es nuestra manera de vivir y, cómo no, de morir.

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