Una muestra de la sabiduría del refranero popular podríamos encontrarla, en cierta manera, en el conocido dicho “no hay mal que por bien no venga”, pues bien podría aplicarse a la crisis sanitaria que nos acontece, en el sentido de la forma en que ha precipitado la transición hacia fuentes de energía limpias, sostenibles y renovables, hecho que desemboca en un beneficio para la salud de nuestro planeta y por tanto la de todos sus habitantes.
El oro negro
El petróleo ha sido durante largos años el oro que ha movido el mundo, y si bien es cierto que a día de hoy la cotización del petróleo WTI alcanza una cifra mayor a la anterior a la pandemia -62,79 dólares en el momento de redactar este artículo- no lo es menos que el fin de su reinado parece anunciado, aunque quizá no lo sea en el corto plazo, pues como ha admitido la Agencia Internacional de la Energía lo más probable es que no se vuelvan a alcanzar los niveles de demanda de gasolina de 2019.
Factores que influyen en la caída de la demanda de gasolina
Uno de los medios de transporte que más crecimiento ha experimentado durante la pandemia ha sido la bicicleta, que en Francia alcanzó una cifra récord de ventas. Si bien antes su uso como vehículo para acudir al puesto de trabajo no estaba demasiado extendido y se reservaba más bien para momentos de ocio y deporte, actualmente se ha revelado como alternativa económica, sostenible y saludable puesto que, además de los evidentes beneficios para la salud, supone un medio de transporte libre de contagios como sí pueden serlo el metro, el tren o el autobús.
El coche eléctrico es otro de los elementos fundamentales que afectan a la demanda de gasolina. Si bien hace años que están entre nosotros nunca antes se había visto tan cercana su introducción definitiva en el mercado, como demuestran los anuncios realizados por parte de grandes empresas como General Motors y Volkswagen. Manifestando la primera que en el 2035 cesaría su fabricación de vehículos dependientes de diesel y gasolina, y comunicando la segunda su plan para desarrollar vehículos eléctricos, fábricas digitales y coches autónomos a lo largo de los próximos cinco años.
En este sentido la Unión Europea lleva a cabo su firme compromiso con las políticas relacionadas con el cese de emisiones de CO2, otorgando ventajas fiscales y ayudas como lo son los incentivos fiscales en cuanto a los impuestos de matriculación y circulación. China también se muestra firme en este sentido, lo que ha convertido a estas dos regiones en pioneras en la producción de vehículos eléctricos. Sin embargo, EEUU no está por la labor de facilitarle la ventaja y planea una inversión de 174.000 millones de dólares con los que dará impulso a las cadenas de suministro nacionales “desde las materia primas hasta las piezas”, además de prever la construcción de una red de medio millón de cargadores para el año 2030. Sin olvidar los incentivos fiscales para el cambio de automóvil y las ayudas a las administraciones locales para la sustitución de vehículos públicos y flotas de autobuses. Otro de los puntos fuertes en su estrategia se centra en reforzar la red ferroviaria que permita la movilidad por el país y evitar así la necesidad del automóvil para ello.
Recuperación post-pandemia
Lo cierto es que el mercado del petróleo ha sido de los más damnificados por la crisis del coronavirus pues esta pandemia y las medidas necesarias para contenerla han afectado letalmente al consumo de los derivados del crudo y ha generado una rápida disposición hacia la no dependencia de los combustibles fósiles, trasladando la demanda hacia las energías alternativas. En opinión de algunos analistas se ha producido un cambio estructural en la demanda de esta materia prima y por lo tanto en su precio.
En cuanto a los inversores, se abre un nuevo abanico de posibilidades para ellos, pues no son pocas las empresas que abogan por las energías verdes y limpias. Incluso, empresas petroleras se encuentran en un momento de transición y realizan inversiones, reconociendo que el cambio en la estrategia se encuentra ya muy avanzado.