La llovizna dócil derramada sobre la ciudad de Iquitos no da señales de un final posible. Las minúsculas gotas de lluvia caen perpetuamente sobre las veredas abarrotadas de gente mientras nos ubicamos imaginariamente en la década del 60’, justo en la segunda cuadra del jirón Próspero, ahí la gente se guarece en las puertas de los establecimientos comerciales. En aquella época podemos destacar: La Casa Power & Cía., Tiendas Edith, la famosa «Librería Mosquera» y la tienda «Importaciones Unidas S.A.» (Donde actualmente funciona el Scotiabank), y tal como se observa en una de las fotografías que acompañan este artículo (corresponde al libro “Retratos de Iquitos / 1960 – 1990”, del reconocido fotógrafo Augusto Falconi); en ese entonces eran comunes las protestas estudiantiles, mediante las cuales los jóvenes aireaban sus propias confusiones de su paso hacia la madurez. Ya que anteriormente en la década del 50’vivieron un importante cambio de mentalidad influenciados principalmente por la «Revolución Cubana» y el “Che Guevara” que luego se manifestarían acompañadas de un elevado grado de compromiso político, manteniendo una férrea oposición en contra de los gobiernos de turno!…sea cual sea la posición ideológica! Lo importante era oponerse. Algunos, se instruían y buscaban mayor información y es así que doy pase al motivo de este artículo.
La librería Mosquera nació en una época propensa para los amantes de la lectura. Y se dió a conocer rápidamente y bastante bien entre los ciudadanos de Iquitos ya que sus estanterías estaban llenas de títulos debidamente clasificados y fichados por temas desde los de difícil a fácil adquisición, con uno o más volúmenes. Así mismo mantenían a los ávidos lectores al tanto de lo que hacían, decían y pensaban los grandes escritores de la época. Al principio solo vendían libros nuevos, Libros en varios idiomas, Best-sellers y libros no tan conocidos o independientes, libros de interés local y especializado. Uno agradecía que la librería Mosquera se encontrara bien iluminada y con una adecuada decoración para la exposición de los libros, hermosos anaqueles de madera, con puertas de vidrio, que nos permitían ver los libros, así mismo existían unas mesas de dos o tres niveles donde ponían los libros de bolsillo, revistas y los que estaban en oferta.
Es que la librería Mosquera, sí; era un lugar donde vendían libros, con una diferencia sutil, pero esencial. Una librería vende libros, faltaría más!, pero eso no basta para que uno se cuelgue el cartel de librería. Así pues, agradaba a los lectores Iquiteños porque era el lugar ideal donde iban a compartir sus gustos y manías, de todo lector voraz. Como el de estar prestos de ayudar a hacer descubrimientos, eso no quería decir simplemente exponer en lugar bien visible las últimas novedades de las editoriales. Así como estar razonablemente informado de qué es lo último de tal autor relevante, o de qué nuevos talentos aparecía y que despuntaban en el panorama literario. Y en este lugar dependía del buen criterio personal de ambas hermanas Mosquera (Dosinda y Coseta); que de muy buen humor nos ayudaban a descubrir lo que ignorábamos que existía o, más importante aún, ayudarnos a establecer vínculos entre libros aparentemente inconexos. Más que concentrarse en vender libros, la librería Mosquera hacia una verdadera propuesta de lectura; cuanto más variadas, mejor, con sus escaparates temáticos. Terminaban ofreciendo a los lectores un variado ramillete de libros en torno a un tema, que iba cambiando cada mes. Ahí se encontraba: ensayo, ficción, autores clásicos, autores oscuros. De repente, te veías rodeado de obras en las que nunca hubieses pensado a priori y era inevitable que al menos algunas despertarán tu curiosidad.
A lo mejor nunca habías pensado en ese tema, pero te parecía atractivo; o se trataba de un tema que siempre te había interesado, y te sentías agradecido de que las hermanas Mosquera rebusquen por ti en los catálogos y te ofrezcan una diversidad de propuestas. En cualquier caso, ellas eran capaces de ofrecerte libros que de otro modo hubiesen caído fuera del radio de atención de los lectores iquiteños de esa época. También contaba con una organización clara, pero no rígida, y era muy loable. Si buscabas un libro concreto, y te gustaba poder encontrarlo por tus propios medios -sin tener que pedir socorro a nadie-, pero te gusta también que te sorprendan un poco. Digamos, por poner un ejemplo, que dentro de la sección de Biografías hayan establecido un apartado dedicado a obras en torno al Holocausto. Esta librería te permitía encontrar lo que buscabas y tal vez encontrar algo que no sabías que buscabas. Cosa que suele suceder.
Con el pasar de los tiempos hacia finales de la década del ‘70, la librería Mosquera empezó a ofrecer libros tanto nuevos como viejos. Supe de parte de mi abuelo que las propietarias no tenían ninguna culpa en ello, pero los editores tienen la manía de no reeditar infinidad de obras relevantes. La única manera, entonces, de disponer de un fondo suficientemente rico, era recurrir a los libros de segunda mano. A mi modo de ver, eso tiene la ventaja adicional de ofrecer una variedad de diseños, encuadernaciones y texturas (¡y precios!), que sin duda todo bibliómano agradece. Y es asimismo un aliciente para la compra: mientras que de un libro reciente sabemos que, si alguien compra ese ejemplar antes que nosotros, siempre se puede pedir otro, del libro viejo siempre queda la duda de si podremos volver a encontrarlo, por lo que hay que apresurarse a hacerse con él. Otra cosa estupenda era que esta librería contaba con un par de sillones donde sentarse y hojear los libros, o tal vez restaurar energías o quedar con un amigo lector. Por suerte para nuestra ciudad, y los amantes de la lectura; la librería ideal existía, y estaba en Iquitos.
Pero hablemos de esta historia como se debe, por sus comienzos; por la historia de su fundador Don Cesáreo Mosquera Chousal, de nacionalidad española, del pueblo de Ribadavia, situado al suroeste de la provincia de Órense, en Galicia perteneciente a la comarca de Ribeiro. Cesáreo era un ex-soldado español que participó en la desastrosa guerra por la independencia de las Filipinas (ex-colonia española); luego anduvo dando tumbos de un lado para otro, hasta que el olor del dinero del “Boom del Caucho” lo atrajo hasta Iquitos. A donde vino en una barcaza que navegó sobre el Amazonas, con un equipaje configurado por un par de tijeras, una navaja de afeitar y dos tenacillas para dar rizos y ondas al cabello, y el título del mejor barbero del regimiento español de Manila. Lo primero que hizo Don Cesáreo Mosquera al desembarcar en Iquitos fue abrir, claro está, una peluquería en la segunda cuadra del jirón Próspero, que no tardó en convertirse en un establecimiento de lujo y referencia inexcusable para la vecindad pudiente de la pujante villa enriquecida por el jebe.
Don Cesáreo logró rápidamente el éxito, ya no solo gracias a su destreza con las tijeras, sino también a los detalles de distinción para con la clientela, a la que proporcionaba revistas y libros. ¡LIBROS! Si, poco a poco, Cesáreo se percató que la peluquería era más biblioteca que peluquería y, ni corto ni perezoso, la reconvirtió en una librería a la que llamó “Amigos del País” (Tal como se observa en la pared del fondo del interior, de una de las fotografías que acompañan este artículo). En la que desde un principio se podía encontrar los mejores libros del mundo en idioma español. Y Don Cesáreo Mosquera a partir de entonces se erigió en una de las personas más influyentes de la ciudad; llegando a ser concejal por muchos años desde 1926. Siempre lo convocaban por su honradez y disciplina, y contribuyó al desarrollo urbano de Iquitos con las iniciativas de construcción de carreteras y la primera línea de ómnibus de la ciudad.
A la muerte de Don Cesáreo Mosquera, sus hijas, las hermanas Cosseta y Dosinda Mosquera, iniciaron La dura tarea de fortalecer la librería “Los Amigos del País”, y fue cambiando poco a poco desde la muerte de Don Cesáreo, adoptando el nombre que la hizo popularmente famosa en la «Isla Bonita» – «Librería Mosquera»; muy bien manejada por este par de damas amantes de la literatura, la Librería vendía libros de poesía, relatos esotéricos, policiales, científicos y las infaltables novelas. Como siempre las hermanas Mosquera hablaban orgullosas sobre sus clientes que “eran de todas partes del mundo: China, Israel y más, también les hacían pedidos de Colombia y Lima”. Luego de más de 65 años de servicio a la cultura de los iquiteños. En el año de 1982, ocurrió algo inaudito, en más de un mes no se vendió ni un solo libro! fue un récord negativo inolvidable y doloroso para las hermanas Mosquera, lo que las obligó en el mes de setiembre de 1986 a liquidar todo lo que tenían en su stock de libros, no porque no hubieran personas que no desearían comprar libros en Iquitos; si no que el libro que importaban del extranjero era muy caro para la deprimente economía de la ciudad de aquella época. Las hermanas Mosquera se han ido de Iquitos dejando una huella de cultura y aporte valioso a la educación de nuestro pueblo. Los libros que en su establecimiento se vendían, rebasaron el interés local y nacional, llegando a los remotos países que ellas mismas se encargaron de rememorar con la amabilidad típica de estas mujeres de una tranquila vida empresarial.