Con los recientes incendios en la Amazonía brasileña impulsado con las medidas del Capitán Bolsonaro ha vuelto a emerger el debate sobre la floresta. Sí esta, gran espacio social y cultural, es de un país soberano y este puede hacer lo que le da la gana; o que está, la floresta y las decisiones en la aplicación de políticas sobre los recursos naturales, se tiene que tener sopesar los intereses de todos porque es un área geográfica y cultural que pertenece a la humanidad; es más, es un patrimonio mundial. Cualquier decisión repercute en el clima del planeta azul. Viejo nuevo debate. A lo largo de estos años, le pese a quien le pese, se ha creando una institucionalidad sobre esta ecoregión. En el ámbito internacional regional tenemos, con todas sus luces y sombras, al Tratado de Cooperación Amazónica. Además en la tesitura internacional se han generado tratados y convenios que están relacionados con la Amazonía que es un gran sumidero de carbono del mundo como son el Convenio de Biodiversidad, Tratados sobre el Cambio Climático, Convenios de Pueblos Indígenas entre otros que de alguna manera generan obligaciones a los países firmantes. Además, que el texto constitucional de muchos países de la cuenca amazónica la ha protegido constitucionalmente, en esa dirección, se puede ver la sentencia de la Corte Constitucional de Colombia, por ejemplo. La institucionalidad generada por la Amazonía al interior de los países está, en otros ejemplos, el Instituto de Investigaciones de la Amazonía Peruana, cuyos dirigentes, desgraciadamente, no la han sabido defender debidamente. Como añadido, está la enmarañada legalidad sobre esta región. Es decir, la floresta tiene protección jurídica multinivel. Es nuestra, pero también es de todos. Hay que tener cuidado de los falsos debates.

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